Estudio de Evangelio. Francisco Diz-Lois Ruiz, diócesis de Sevilla
18 diciembre. Mt 1,18-24
El comienzo de este evangelio es un jarro de agua fría para todo aquel que espera leer rectitud y perfección. Ya desde un principio comienza todo torcido, el nacimiento de Jesús se expresa fuera del matrimonio, por obra de un Espíritu que es Santo y pone en un compromiso a una virgen llamada María. Si a mí me dijeran esto ahora tendría que pensar en algo más profundo que lo meramente externo de la frase, al igual que cuando decimos que los muertos resucitan. Y es que necesitamos reconocer en lo que leemos no solo la literalidad de lo que se nos dice, sino el sentido de por qué se nos está diciendo lo que se nos está diciendo.
No se nos habla de la virginidad de María, sino de la vida que da el Espíritu, de que el Espíritu siempre abre camino a la vida, aunque la muerte muchas veces se haga presente. La fuerza del Espíritu nos libera. Esto fue lo que sucedió con María, fue liberada por el Espíritu y no sometida por el varón para dar la vida.
José reconoció que tenía que renunciar a su poder, a someter a la mujer, a que fuera de su propiedad para que el ser humano se abriera camino desde el seno de aquella bendita mujer. José al igual que el del hijo de Jacob, en sueños y por los sueños es liberado de esa manera de pensar de los judíos de la época, y se convertirá en el nuevo protector del nuevo pueblo que nace de aquel niño. Hoy tendríamos que aprender de José y acogernos para ser protectores del ser humano, no condenar ni repudiar a nadie, creer en los sueños de una realidad donde los necesitados sean acogidos por los que tienen de sobra, ese sueño de Martín Luther King donde todos vivamos como hermanos en paz.
Este evangelio es una manifestación contra el poder que somete y de la libertad que da el Espíritu. Que vivamos estas fiestas desde el Espíritu que hace nacer a Jesús en nuestras vidas.