Domingo 31º T.O.-C_2022

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Estudio de Evangelio. Ángel Rivas Fernández, diócesis de Ciudad Real

 

30 octubre 2022. Lc 19,1-10
 
Jesús nos muestra, que la mejor manera de acercar a las personas a Dios y de ayudarles a cambiar de vida, es el ejercicio de la misericordia.
 
Aunque Jesús pasea por nuestra vida, a través de los acontecimientos o de los encuentros personales, nosotros tenemos que hacer el intento, de ir hacia Jesús, para dejarnos mirar por Él y así descubrir, en qué consiste la misericordia.
 
Pero, el camino de la misericordia tiene sus dificultades y obstáculos. A veces son personales: timideces, comodidades, egoísmos, miedos, etc. Otras veces son más bien: el ambiente, el entorno social, la familia, el trabajo, etc.
 
Sin embargo, para llegar a las personas que nos necesitan, a los pobres, desahuciados, marginados, etc, y ser cauces de misericordia para ellos, muchas veces hay que mirar hacia adelante con ilusión y esperanza y no dudar en “subir a las higueras.” Es decir, pasar por situaciones, en donde vamos a quedar en evidencia en la esfera pública, como le pasó a Zaqueo. Si de verdad vivimos así, nos pondremos a tiro de Jesús y con ello de todas las personas.
 
La misericordia consiste en abrir las puertas de nuestro corazón a Jesús, pero también a aquellos que llaman con insistencia a nuestra casa. No hay verdadera misericordia si no hay una inmensa alegría en acoger al otro.
 
El ejercicio de la misericordia, no pocas veces, conlleva incomprensiones, críticas, desprecios, etc. Cuando experimentamos el amor misericordioso del Señor, somos capaces de darle una vuelta a nuestra vida. Por eso, a nuestra misericordia le falta algo si no sacamos lo mejor de las personas, si no les llevamos a plantearse la vida, a rectificar sus errores, a compartir sus personas y bienes. Cuando de verdad somos misericordiosos, hacemos que las personas recuperen su dignidad, vuelvan a ser hijos, a ser hermanos nuestros. Por eso, vivir la misericordia es estar dispuestos a ir a “buscar lo perdido”, a lo que no cuenta, a lo que es despreciable y a lo que no vale, a los descartados de este mundo.