Domingo 15º T.O. - C_2022

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Estudio de Evangelio. Antoni Pujol Bosch, diócesis de Mallorca

Lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon

 

10 junio 2022. Lc 10, 25-37

 

La posada, abierta a todos los que desean entrar en ella, simboliza a la Iglesia.

(Orígenes: Homilías sobre el Evangelio de Lucas)

 

1) Ver: ignoro por completo quién es y cómo se llama, pero, si cualquier día de estos me lo encuentro de nuevo, en la calle o en la playa, vendiendo baratijas, creo que me acordaré de su mirada. Su imagen televisiva se ha convertido para mí en un recuerdo, algo que regresa a mi memoria, de vez en cuando, y remueve mis emociones, sobre todo, cuando rezo. Era joven y estaba asustado. Había trepado a las alambradas que “protegen” nuestras fronteras, tan celosamente guardadas, de indeseables como él. Creo que las llaman concertinas, un invento del demonio sin duda, diseñado para desgarrar la carne. A uno y otro lado, alguien daba voces increpándolo. Era todo muy confuso. ¡Pero él no quería bajar! Estaba medio “desnudo. Lo molieron a palos, lo dejaron allí” (Lc 10, 31) y fueron a por otro.

 

2) Juzgar: ¿qué tengo yo que hacer, maestro, para ganarme la vida eterna? Imagino que a aquel muchacho apaleado del telediario lo preocuparía, como mucho, el modo de ganarse la vida, sin más; pero la vida eterna es en cambio asunto muy propio para un letrado.  

 

¡Una cuestión peliaguda! Esperará de valde, creo yo, el que espere hallar su respuesta en alguno de esos debates, por llamarlos de algún modo, que se organizan para el lucimiento de quienes participan en ellos, o en alguna tertulia mediática. Ni siquiera la Escritura promete una respuesta fácil. Describe, más bien, o, como mucho propone, un modo de proceder, una regla de vida, una norma de conducta, una ley[1]: amarás al Señor tu Dios... y al prójimo como a ti mismo. El Evangelio apunta, como respuesta, hacia una forma de ser, generada por el amor gratuito, hacia la manera de ser del samaritano.

 

Implica, en primer lugar, una mirada alternativa sobre la realidad, un punto de vista diferente: la capacidad de contemplar las situaciones desde la perspectiva de las necesidades y los intereses del otro. Un hombre desnudo, apaleado y medio muerto, arrojado a la orilla de un camino, o “devuelto en caliente”, puede que no sea trigo limpio. Puede ser un nido de problemas, una amenaza, o un despojo humano, sin remedio. ¿Y si llegan muchos más? ¡Hay que evitar, a toda costa, el efecto llamada!

 

Pero puede ser también, además de todo eso, alguien que necesita mi ayuda, aunque no me la pueda pedir ni me la vaya a agradecer nunca. Puede ser ese prójimo a quien debo amar, porque amarlo a él es el único modo que me ha sido dado de amar a Dios y de amarme a mí mismo. Supone acallar prejuicios egoístas. Demanda y produce la limpieza del corazón.

Implica también, y esto es aún más difícil, una revolución de las ideas, otra forma de pensar, una mentalidad renovada que me permita tender, hacia la realidad que percibo, un puente de acceso llamado verdad. Se trata, sobre todo, de una relación más cordial, basada en la misericordia, que me convierta en alguien más sensible, más compasivo y más solidario. Y más creativa, porque hará surgir ante mí una realidad nueva: el hombre apaleado, convertido en mi prójimo.

 

Implica, finalmente, una manera nueva de actuar: cercana, esforzada, curativa, amorosa, sensata y constante. “Cuida de él y lo que gastes de más ya te lo pagaré a la vuelta”, porque no me voy a olvidar de él y para que tú no vuelvas a echarlo a la calle, apenas vuelva yo la espalda.

 

3) Actuar: ¡Sí, de eso se trata, precisamente!

 

Un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo, dio un rodeo y pasó de largo.

Pero un samaritano que iba de viaje, llegó a donde estaba él y, al verlo, le dio lástima, se le acercó, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó. Al día siguiente sacó dos denarios y, dándoselos al posadero, le dijo:

- Cuida de él y lo que gastes de más ya te lo pagaré a la vuelta.

¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del que cayó en manos de los bandidos?

El letrado contestó:

- El que practicó la misericordia con él.

Le dijo Jesús:

- Anda, haz tú lo mismo”.

 

Nota de última hora: este texto se escribió días antes de la última masacre perpetrada en la frontera de Melilla, el pasado 24 de junio. Lejos de ganar actualidad, como podría parecer, considero que se ha visto completamente desbordado por este nuevo crimen de lesa humanidad. Si aún así lo comparto con vosotros, es porque poco más puedo añadir, salvo teñirlo, entero, de horror y de luto.

 

 

[1] Doy por sentado que de ningún modo cabe la posibilidad de confundir aquí “mandamiento” con “norma de obligado cumplimiento”, puesto que, como es evidente, nadie puede ser obligado a amar a nadie, y menos aún “con todo su corazón y con toda su alma y con todas sus fuerzas y con todo su ser. Antes bien, encontrarás a Dios en aquello que ames de esa manera, y lo amarás en aquellos que ames como a ti mismo, es decir, en tu prójimo.