Estudio de Evangelio de Hch 2,1-11 y 1 Cor 12,3b-7.12-13 en clave sinodal. Jesús Andrés Vicente, diócesis de Burgos
Rompiendo techos. Sinodalidad: los unos en/con/por los otros. Todo en todos
5 junio 2022
ROMPIENDO TECHOS
En la Ascensión, rompe Jesús el techo de tierra hacia arriba. Asciende hacia el Padre: una ruptura para crecer y llegar a su status definitivo; la humanidad asumida de María es reintegrada en el seno de la Trinidad eterna. En Pentecostés, el Espíritu rompe el techo de la tierra hacia abajo, al encuentro de nuestra realidad débil, limitada, encerrada en los cenáculos religiosos.
“Rompe el Espíritu el techo de la tierra y una lengua de fuego innumerable purifica, renueva, enciende y alegra las entrañas del mundo” (Himno de Tercia)
Tres signos de ruptura y de novedad: el ruido, el viento y el fuego. Son signos del Espíritu dados en principio a los discípulos y, más allá, a toda Jerusalén, a toda la humanidad. Su alcance es público. No los perciben sólo unos videntes selectos, como en las apariciones del Resucitado.
El Espíritu es el gran Comunicador. Con los techos, se rompen las barreras, se superan los temores y los silencios. La humanidad reanuda la relación filial con Dios y los hombres se comunican entre sí como hermanos.
SINODALIDAD: los unos en/con/por los otros
A veces se lee o se escucha hablar de la sinodalidad en términos meramente prácticos, funcionales, hacer cosas juntos. Pero, como don que es del Espíritu, se trata de un bien superior que nos abre a la comunión universal mediante el ejercicio de la comunicación. Comunicar por la palabra y los signos las maravillas de Dios.
La sinodalidad nos hace experimentar la alteridad: la dignidad de los otros en su propia diferencia. Vivir en nosotros (nos-otros, otros-nos). Es decir, “con los otros”, en comunión de vida y de amor. Y “por los otros”, en mutua complementariedad. Nos enseñamos e instruimos juntos, discernimos juntos, decidimos juntos, nos instruimos juntos (cada uno los oímos hablar de las maravillas de Dios en nuestra propia lengua). Y todo bajo la acción comunicadora del Espíritu. Él nos pone en relación de fraternidad, sin que nadie se imponga al otro. Caminamos juntos, sin que ninguno marque el paso de los demás. La sinodalidad no es una táctica de trabajo en iglesia sino que nace con nuestra condición humana y espiritual. Dios nos ha creado “sinodales”. Caminamos apoyados “los unos en los otros” para llegar a la meta común en Dios nuestro Padre. Un camino de fraternidad que nos hace experimentar ya desde ahora la nueva humanidad a la que estamos prometidos en Cristo Jesús.
- Termina el Tiempo pascual. Las lecturas de las misas dominicales nos han abierto la perspectiva de la Iglesia sinodal al conocer mejor la naturaleza y las estructuras fundacionales. La gran ocasión del Sínodo universal nos lo ha puesto en primer plano. ¿No lo conocíamos antes? ¿Lo conocíamos pero no lo practicábamos? La sinodalidad es una nota constitutiva de la Iglesia a la que hay que mirar de frente. Sin prejuicios ni actitudes displicentes. No es una moda pasajera sino un ejercicio que nos pide el Espíritu al conjunto de la comunidad eclesial. Ha venido para quedarse.
TODO EN TODOS
San Pablo lo dice y lo repite: “hay diversidad de dones pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de funciones pero un mismo Dios que obra todo en todos”. Para entender finalmente qué es la sinodalidad, conviene releer esta frase de Pablo en la primera carta a los Corintios.
- Dios es el autor y el actor de la obra salvadora en todos y en cada uno. En la triple función: profético-evangelizadora, santificadora y pastoral.
- La diversidad no quiere decir que cada uno haga “su partecita”. ¡Dios nos da TODO para que hagamos TODO! Un cristiano tiene que vivir y comunicar el conjunto del Evangelio. Aquí no caben especializaciones.
- Lo que es propio y diverso es la perspectiva misionera. Cada cual lo da Todo desde la particular misión recibida. Nadie posee el total de la misión; tampoco la jerarquía. La sinodalidad es una escuela en la que aprendemos a compartir en todos los órdenes según el principio de la subsidiariedad.