Domingo 8º T.O. - C. 2022

Visto: 690
Estudio de Evangelio. José Luis Cejudo Moreno, diócesis de Jaén
 
EL VERDADERO DISCÍPULO – APÓSTOL
 
 
27 febrero 2022. Lc 6, 39-45
 

    Los dos últimos domingo Jesús ha estado hablando para quienes entran en el discipulado, para quienes tienen oídos que escuchan; este domingo va a insistir en los mismos temas, pero a través de parábolas.

 

    Yo debo escuchar en la actitud del discípulo que reconoce que aún está en la fase de aprendizaje, dejando la soberbia de considerar superada esa etapa por los cincuenta y tantos años que llevo de sacerdote y más de cincuenta y tantos de estudio de evangelio. Como los verdaderos discípulos le pregunto con humildad qué significan estas parábolas (Lc. 8,9); por eso recurro al Espíritu con la confianza, con la certeza, de que él me guiará a la verdad plena (Jn. 16,13).

 

1.- A quienes le hemos escuchado en el discurso de la llanura nos envía a un mundo de hombres que se sienten satisfechos con las riquezas acumuladas, contentos porque todo el mundo habla bien de ellos, es decir, que controlan su fama; un mundo feliz que ignora lo que hay más allá de sus espacios felices, que ignora a los que lloran; un mundo en el que se intercambian favores entre ellos con la seguridad de que no saldrán perdiendo porque el beneficiado les devolverá el favor.

 

2.- A sus discípulos nos envía Jesús como apóstoles de un mundo diferente de su proyecto de Reino, asegurándonos que “estamos en ese mundo, pero que no pertenecemos a él”, que anunciamos “un Reino que no es de este mundo”; por tanto, “si hacéis lo que ellos hacen” ya no servimos como sal para salar, ni como lámpara para alumbrar.

 

    Nos envía como guías que caminan junto a unos ciegos que ignoran el camino de la luz porque no han tenido noticias de él, o porque perdieron el camino, conducidos por otros mensajeros. Nos envía no sólo para mostrarles el camino, sino también para caminar con ellos, como hizo el Padre enviando a su Hijo encarnado en la carne de estos hombres, de esta humanidad

 

    Nos envía para mostrarles las enfermedades, “motas” llama Jesús, que padecen sus ojos, que obnubilan la visión clara y les impiden ver la aparición de la luz en sus vidas a través de los pobres, a través de los acontecimientos. Además de esta misión de mostrarles la mota en el ojo, también nos encomienda la misión que quitarles la mota a la manera que lo hacía el Maestro, acercándonos a sus dolencias, tocándolas con nuestras presencias cercanas.

 

3.- Nos envía para que demos frutos, no solo discursos, que alimenten el hambre de ovejas que van sin pastores, pero para que esos frutos sean verdaderos y duraderos nos advierte de que reparemos en la posible “viga” que padezca nuestro ojo.

 

    Por ejemplo, no sea que pasemos toda nuestra actividad ocupados en el estudio y predicación de las escrituras y nos pase como “al hombre que se miraba la cara en el espejo, y, apenas se miraba, daba media vuelta y se olvidaba de cómo era” (Sant 1,23-24); es decir, por “defecto profesional” corremos el riesgo de que al estudiar el evangelio miremos más qué decir al pueblo, que qué me dice a mí Jesús.

 

    Por ejemplo, no sea que desarrolle toda mi acción pastoral entre pobres, mirando y atendiendo las periferias, pero no llegue a contemplar el paso de Dios por ellos, desde donde nos está hablando a nosotros; es decir, que abandone la lectura teologal.

 

    Quienes hemos escuchado las palabras del Maestro corremos el riesgo de ser apóstoles, maestros de la nueva Ley, al estilo de los escribas y fariseos que “filtran el mosquito en el ojo ajeno y se tragan sus propias camellos” (Mt 23, 24), que “cargan a los hombres pesadas cargas insoportables, mientras ellos no tocaban las cargas ni con uno solo de sus dedos” (Lc 11,46)

 

4.- En definitiva, para ser VERDADEROS APÓSTOLES, que construyen el nuevo Reino anunciado por el Maestro, no basta con haber escuchado su palabra y anunciarla, hay que poner en práctica lo aprendido, conscientes de que siempre estaremos en proceso de “aprendizaje”