Domingo 3º T.O. - C. 2022

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Estudio de Evangelio. Antonio Gutiérrez Domínguez, diócesis de Granada

En este III Domingo del Tiempo Ordinario celebramos el domingo de la Palabra de Dios, instituido por el Papa Francisco en la carta apostólica Aperuit Illis el 30 de septiembre de 2019.
 
 
De esta manera al término del Jubileo de la misericordia, animaba a toda la Iglesia a poner cada vez más en el centro de su vida y de su acción pastoral la Sagrada Escritura, ya que la palabra de Dios tiene en sí un dinamismo y una potencialidad que no podemos predecir (EG 20.22).

Las lecturas que la Iglesia nos presenta hoy ponen así de manifiesto la importancia de la palabra: Neh 8,2-4a.5-6.8-10 / Lc 1,1-4; 4,14-21

En la primera lectura  se nos presenta al pueblo de Israel que había sido dispersado con la deportación, ahora reunido alrededor de la Sagrada Escritura como si fuera «un solo hombre» (Ne 8,1). Cuando se leía el libro sagrado, el pueblo «escuchaba con atención» (Ne 8,3), sabiendo que podían encontrar en aquellas palabras el significado de los acontecimientos vividos. La reacción al anuncio de aquellas palabras fue la emoción y las lágrimas ya que el reencuentro con la Palabra les hace reencontrar su identidad, su sentido de pueblo-comunidad y el sentido de su propia historia.

Se pone así de manifiesto la importancia del conocimiento y acogida de la Sagrada Escritura como fuente de vida y plenitud personal y comunitaria.

A menudo en la Iglesia se han vivido tiempos en que la Palabra no ha tenido el realce que se merece incluso dentro de la eucaristía; de igual manera se dan tendencias que intentan monopolizar el texto sagrado relegándolo a ciertos círculos o grupos escogidos.

Cuando la Sagrada Escritura se lee con el mismo Espíritu que fue escrita, permanece siempre nueva. El Antiguo Testamento no es nunca viejo en cuanto que es parte del Nuevo, porque todo es transformado por el único Espíritu que lo inspira.

Todo el texto sagrado tiene una función profética: no se refiere al futuro, sino al presente de aquellos que se nutren de esta palabra. Jesús mismo lo afirma claramente al comienzo de su ministerio: «Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír» (Lc 4,21). Quien se alimenta de la Palabra de Dios todos los días se convierte, como Jesús, en contemporáneo de las personas que encuentra; no tiene tentación de caer en nostalgias estériles por el pasado, ni en utopías desencarnadas hacia el futuro. 

En el texto del evangelio vemos como Jesús actúa movido por el Espíritu de Dios. La vida entera de Jesús está impulsada, conducida y orientada por el aliento, la fuerza y el amor de Dios. Creer en la divinidad de Jesús no es confesar teóricamente una fórmula dogmática elaborada por los concilios. Es ir descubriendo de manera concreta en sus palabras y sus gestos, en su ternura y en su fuego, el misterio último de la vida de los creyentes.

Nos presenta en estas palabras su proyecto y misión: Jesús es Buena Noticia para los pobres. Su actuación es Buena Noticia para la clase social más marginada y desvalida: los más necesitados de oír algo bueno, los humillados y olvidados por todos. Nos empezamos parecer a Jesús cuando nuestra vida, nuestra actuación y amor solidario puede ser captado por los pobres como algo bueno. 

Jesús vive dedicado a liberar. Entregado a liberar al ser humano de toda clase de esclavitudes. La gente lo siente como liberador de sufrimientos, opresiones y abusos; los ciegos lo ven como luz que libera del sinsentido y la desesperanza; los pecadores lo reciben como gracia y perdón.

Seguimos a Jesús cuando nos va liberando de todo lo que nos esclaviza, empequeñece o deshumaniza. Entonces creemos en Él como Salvador que nos encamina hacia la Vida definitiva. En este sentido nos dirá el Beato Antonio Chevrier: “Conocer a Jesucristo lo es todo, el resto es nada”.

Bajo la inspiración del Espíritu Santo, todos nosotros estamos invitados a conocer mejor a Jesucristo, a amarlo de verdad, a seguirlo más de cerca por el camino del amor verdadero y de la caridad pastoral.

Antonio Gutiérrez Domínguez

Parroquia de S. Isidro - Granada