IV Domingo Adviento - C

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Estudio de Evangelio. Julio Brezmes Valdivieso, diócesis de Valladolid

 

19 diciembre 2021. Lc 1,39-45

Llegado la plenitud de los tiempos Dios cumple lo anunciado por los profetas a lo largo de la historia: manifestar su fidelidad enviándonos a su Hijo que será el testigo fiel de su amor y misericordia y  lo llevará a  cabo de manera sencilla y humilde, pero con firmeza y entrañas de misericordia, siguiendo la línea marcada por los profetas: asumiendo la voluntad de Dios, que  no quiere sacrificios de animales, culto vacío, superficial, exento de derecho y la justicia; y a través de un gesto inaudito, que nos sobrepasa, se ofrece a sí mismo: “mándame a mí”, “aquí estoy para hacer tu voluntad”.  No es una orden que tiene que ejecutar, ni un deber que cumplir, es hacer con agrado lo que le pide el Padre porque se fía de él.
 
Tiene conciencia clara de sentirse enviado, de no hacer nada por sí mismo, sino manifestar con sus obras el amor y la misericordia del Padre ya que el amor del Padre que Jesús expresa en su vida es la fuente y el origen de su actividad: “El hijo no puede hacer nada por su cuenta. Hace únicamente lo que ve hacer al Padre”. Jn.5,19.
 
Necesitamos esa experiencia de Dios para ser testigos fieles que proclamen la fidelidad de Dios que no abandona a los suyos, aún en medio de dificultades y contratiempos, les trae la paz y glorifica. Es lo que hizo con Jesús cuando reza: ¿Padre, líbrame de esta hora? De ningún modo, porque he venido para aceptar esta hora. Padre, glorifica tu nombre”. Se oyó una voz: “lo he glorificado y volveré a glorificarlo”.(Jn. 12,28) La respuesta del Padre no se hizo esperar. Cuando muera en la cruz manifestará hasta dónde llegan: su amor al Padre y a los hermanos y el amor del Padre al entregarnos a su propio Hijo por la salvación de todos. Ánimo, pues Dios camina a nuestro lado.
 
Experiencia de Dios en María.  María es de esos pobres que ponen toda su confianza en Dios, se fían de él y aceptan lo que Dios les propone. Su “sí” al proyecto de Dios es un sí que implica toda su vida y complica su existencia. La disponibilidad de María: “aquí estoy” se convierte en consentimiento: “hágase tu voluntad”, y el consentimiento en entrega; y posibilitan la llegada de “Emmanuel”.
 
Su ejemplo nos estimula, nos hace ser generadores de síes a Dios a lo largo de nuestra vida, más solidarios con los necesitados. Aprendamos a escuchar a Dios que nos habla a través de las personas, la vida, los acontecimientos, las señales que nos pone, y actuemos con decisión. María en la Visitación se pone a la escucha, reflexiona, “se pone en camino y va a prisa a casa de Isabel” sin quejas, sin cara de sufridora, sino con alegría, sin exigir algo a cambio. Es una entrega la suya: gratuita, llena de alegría y sencillez. Como ella. Pongámonos en camino sin demora hacia los otros para llevarles nuestra compañía,  ayuda y comprensión y ,sobre todo, para llevarles, como María lo más precioso que tenemos: Jesús y el evangelio.
 
María aceptó la alabanza de Isabel y entona un canto de agradecimiento a Dios. Tú y yo, todos, si convertimos la disponibilidad en consentimiento, el consentimiento en entrega y a prisa vamos al encuentro de los necesitados seguro que tendremos nuestro magnificat. ¿ Te atreves a cantarlo?