Domingo XIX T.O. - B. 2021

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Estudio de Evangelio. Serafín Fernández Rodríguez, diócesis de Ourense

 

8 agosto 2021. Juan 6, 41-51

En este relato los interlocutores de Jesús son los judíos en contraposición con los interlocutores anteriores que son la gente. Mientras estos, la gente, busca, escucha y cree en Jesús, los judíos murmuran,  no escuchan y se enfrentan a Jesús. Los judíos se muestran muy soberbios ante Jesús: “¿no es este el hijo de...?; ¿no conocemos a sus padres?; ¿cómo dice que ha bajado de los cielos?”.

 

Oír, oyen. Pero no aceptan lo que les dice, pues le conocen de sobra, como para hacerle caso.

 

En este ambiente de oposición y rechazo, Jesús se ofrece como quien y lo que es. Que es el hijo del Padre. Que está junto al Padre, que se ofrece como verdadero pan de vida, como la verdadera vida. Que esta Vida consiste en conocer al Padre y a su hijo. Que es el Padre quien concede esta vida.

 

Y basa su pretensión de que le escuchen en el testimonio de los profetas, “todos serán discípulos míos”. Que la promesa que hiciera Dios, se está cumpliendo en él. Que quien le escuche a él, está escuchando a Dios. En una palabra, que si escuchan a Dios tienen que escucharle a él.

 

Jesús cada vez más va centrando su mensaje en su persona y se va ofreciendo como el pan de vida: “yo soy el pan de la vida, este es el pan.... yo soy el pan vivo... el pan que yo doy..” Va identificando cada vez con más intensidad,  su persona, su cuerpo, con el pan que da la vida verdadera. La eterna.

 

Jesús, en el mercado de este mundo, en el que hay sobreabundancia de ofertas de pan, que parecen más atractivos, sigue ofertando el verdadero pan, no el de mentira, el que nos sacia y da la vida.

 

Trae a la memoria de los judíos que se le enfrentan, el pan del desierto, pan de la libertad, en el que sus padres seguían añorando el pan de Egipto, el pan de la esclavitud.  Pero que era un pan que no daba vida, como el que  ahora ofrece Jesús.

 

Hoy escuchamos la llamada de acercarnos a Jesús como discípulos humildes y necesitados de ese verdadero alimento que da la vida, que nos libera de las ataduras del pan que no da la vida.

 

En este mundo que no tiene necesidad ninguna de Jesús, ni de escucharle, que no tiene hambre del pan verdadero, porque está saciado del pan de mentira, somos interpelados sobre cómo se puede ofrecer este pan y despertar en los oyentes el hambre de este pan. El cómo distribuir el pan de la palabra y el pan de la Eucaristía.

 

Y otra llamada a dejarnos configurar con y por Cristo en su ministerio como pan para este mundo