Domingo XIII T.O. - B. 2021

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Estudio de Evangelio. Jesús Mari Atauri Apellániz, diócesis de Vitoria

 

27 junio 2021. Mc 5, 21-43: Sana a una mujer y resucita a una niña

- El que no llora, no mama. Cuando el sufrimiento nos apremia, somos capaces de vencer la vergüenza, saltarnos las normas porque nos interesa el bien de las personas. Jairo vence la vergüenza y el miedo de que le echen un rapapolvos las autoridades, que consideran a Jesús un hereje. La mujer que padecía hemorragias se salta la ley que prohíbe a las mujeres en esas condiciones tocar a ningún hombre y luego se identifica ante los demás como curada por Jesús. Como dirá Jesús, la ley no salva, la que cura y salva es la fe. Y así lo entienden Jairo y esta mujer afectados en propia carne o en la familia. Jesús nos invita a dar un paso más, a dejarnos afectar por el sufrimiento de otras personas hasta el punto de vencer el respeto humano, las normas rígidas, las críticas y descalificaciones. Nos invita a dar la cara y a hacer nuestra la causa de los que sufren, la causa del Reino.

 

- Hay gente que no ayuda. Los que le avisan de la muerte de su hija le están diciendo que no hay nada que hacer, que todo se acabó; las mujeres lloran hasta la extenuación como que las lágrimas son el único aporte que pueden hacer. Y los observadores se ríen ante las palabras de Jesús, que dice que la niña no está muerta. Me recuerda un chiste un poco macabro en que la viuda esta velando a su esposo difunto y de repente se incorpora el difunto y le dice  a su mujer que está vivo. Y ella le empuja de nuevo al interior de la caja diciéndole que a ver si va a saber más que su médico que ha certificado su muerte.

 

- Jesús es el que nos levanta, nos pone en pie. Muchas veces estamos como la niña, con una fe inmadura, que depende mucho del ambiente que nos rodea, que se deja afectar por críticas, propagandas. Necesitamos oír las palabras de Jesús y creer en ellas “A ti te lo digo, levántate”. Y dejar la cama de la rutina de siempre, de la pereza de ir contra corriente, de guiarnos por el sol que más calienta o el viento que más sopla. Y dar testimonio a quien lo necesita o lo aprecia, no a plañideras ni reidores.