Domingo XII T.O. - B. 2021

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 Pauta para un Estudio de Evangelio. Josep Maria Romaguera Bach, diócesis de Barcelona

Este domingo nos embarcamos con Jesús hacia la otra orilla, hacia donde hay gente diversa, gente que también tiene que saber que Dios los ama y quiere mostrarles el camino de la vida.

 

20 junio 2021. Evangelio según Marcos (4,35-41)

35 Ese mismo día, al atardecer, dijo Jesús a sus discípulos:

—«Vamos a la otra orilla.»

36 Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban. 37 Se levantó un fuerte huracán, y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. 38 Él estaba a popa, dormido sobre un almohadón. Lo despertaron, diciéndole:

—«Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?»

39 Se puso en pie, increpó al viento y dijo al lago:

—«¡Silencio, cállate!»

El viento cesó y vino una gran calma. 40 Él les dijo:

—«¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aun no tenéis fe?»

41 Se quedaron espantados y se decían unos a otros:

—«¿Pero quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!»

 

Pauta para hacer Estudio de Evangelio, personal o compartido

1

Oración para pedir el don de comprender el Evangelio y poder conocer y amar a Jesucristo y, de este modo, poder seguirle mejor y darlo a conocer

2

Anoto algunos hechos vividos esta última semana

3

Leo/leemos el texto. Después contemplo y subrayo

4

Ahora anoto lo que descubro de JESÚS y de los demás personajes, la BUENA NOTICIA que escucho...

Pienso en situaciones y hechos de mi vida vividos sintiéndome en la misma barca que Jesús, aunque sea con dudas. Y me doy cuenta de que, quizás, hay otros hechos que vivo de espaldas a Jesús, ignorándolo totalmente. Tomo conciencia de las dos realidades.

5

Desde el evangelio, vuelvo a mirar la vida, los HECHOS vividos, las PERSONAS de mi alrededor...

Miro–escucho la vida, los hechos vividos, las personas de mi entorno. ¿Qué testimonios encuentro ahí de discípulos de Jesús?

6

Llamadas que me hace –que nos hace– el Padre hoy a través de este Evangelio y compromiso(s)

7

Oración. Diálogo con Jesús dando gracias, pidiendo...

 

Notas por si hacen falta

 

Notas sobre el texto y su contexto

 

  • Retomamos el evangelio de Marcos en donde lo dejamos el pasado domingo. Después de la sección sobre la enseñanza de Jesús en parábolas (Mc 4,1-34), ahora vienen cuatro milagros (Mc 4,35-5,43), en los que Jesús muestra su dominio sobre las fuerzas de la naturaleza, sobre los demonios, sobre las enfermedades y sobre la muerte. Así se nos dice que la fuerza del Reino se manifiesta tanto en las palabras como en los hechos de Jesús.
  • “Ese mismo día” (35) es la expresión que une las dos secciones. Y para tener una visión de conjunto del escenario conviene leer el comienzo de la sección de las parábolas: De nuevo comenzó Jesús a enseñar a la orilla del lago. Y se le reunió tanta gente que decidió subir a una barca que estaba en el lago y sentarse en ella, mientras la gente permanecía junto al lago en tierra firme (Mc 4,1).

 

Notas para fijarnos en Jesús y el Evangelio

 

  • Jesús quiere pasar a “la otra orilla” (35). Se refiere a la orilla oriental del lago de Galilea, al territorio de los gerasenos, habitado por población no–judía. Jesús comienza a abrir camino hacia los no–judíos. Esto contrasta con el endurecimiento de corazón de muchos de sus oyentes judíos, que acabarán siendo, paradójicamente, los de fuera (Mc 4,11), los que se autoexcluirán del Reino porque miran, pero no quieren ver, escuchan, pero no quieren entender (Mc 4,12).
  • Jesús ha venido para anunciar que el Reino de Dios está cerca (Mc 1,15). Para eso ha venido y de ahí su condición itinerante (Mc 1,38). Sus oyentes pueden sentirse invitados a ser discípulos suyos, a seguirlo y vivir el Reino ya presente en la persona del Hijo de Dios (Mc 1,1) hecho hombre.
  • Cuando ahora lo vemos yendo a territorio habitado por población no–judía, podemos intuir que también allá ofrecerá su invitación. Ser discípulo de Jesús, por lo tanto, no depende del origen judío o no–judío.
  • “El lago … las aguas” (39.41), el mar, en la Biblia representa a las fuerzas contrarias a Dios. Unas fuerzas que sólo Dios es capaz de dominar. Algunos salmos lo expresan muy bien (Sl 89[88],10; 93[92],3-4; 107[106],23-32).
  • La escena que contemplamos en esta página del evangelio nos muestra a Jesús que viene a liberar al mundo de las fuerzas que destruyen lo que Dios había creado. Por eso, ante lo que representa este mar, Jesús actúa (39) de manera parecida a como actúa ante un espíritu maligno (lo vemos, por ejemplo, en Mc 1,25).
  • Pero esta escena nos enseña mucho, también, sobre qué supone ser discípulo de Jesús, seguir a Jesús, ir con Jesús. Vemos, en primer lugar, que los discípulos están con Jesús en la misma barca. En segundo lugar, vemos que Jesús es el timonel: nos lo indica la alusión al “almohadón” (38), situado en el lugar en donde solía sentarse el timonel de la barca. Por lo tanto, Jesús es quien guía. Pero Maestro y discípulos comparten las mismas condiciones: juntos atraviesan el mismo mar en la misma barca.
  • Fijándonos en lo que se vive en la barca, encontramos que a los discípulos les parece que el timonel duerme. La duda es condición de discípulo: “¿Aun no tenéis fe?” (40). Todo discípulo de Jesús está siempre en proceso, en camino. Toda la Escritura da testimonio de esta condición de los creyentes (por ejemplo, Ex 17,7).
  • Pero también comprobamos que, en la duda, los discípulos se dirigen a Jesús. En la duda la oración tiene lugar. Una oración que tiene un cierto tono de reproche. Es la de tantos hombres y mujeres que están abiertos a Dios pero, por las causas que sea, lo miran de lejos y con muchos interrogantes.
  • También vemos que Jesús responde. Jesús está ahí. Y no duerme. Está llevando el timón. Su respuesta es la palabra: una palabra eficaz, que vence al mal –“increpó al viento y dijo al lago: ¡Silencio, cállate!” (39)–, una palabra cuestionadora, que anima a creer –“¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aun no tenéis fe?” (40)–. Jesús, por lo tanto, está ahí y, con su presencia y su palabra, pone las cosas en su lugar: “El viento cesó y vino una gran calma” (39).
  • Ser discípulo de Jesús, entonces, depende de la voluntad de escuchar y de responder a su llamada. Depende de la disposición a estar con Él en la misma barca, sometido a Él en las mismas tormentas, de contar con Él incluso en las dudas, y de estar dispuesto a escuchar y a hacer caso de su presencia y de su palabra, que pone las cosas en su lugar. En definitiva, ser discípulo de Jesús es tener la mirada puesta en Él (el autor de la Carta a los Hebreos lo expresa maravillosamente: He 12,2) y no dejar nunca de hacerse preguntas sobre su persona: “¿Quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!” (41).