Estudio de Evangelio. Eduardo García Salvador, diócesis de Segorbe-Castellón
28 de marzo 2021. Mc 11,1-10
Hoy empezamos la Semana Santa, que un año más será especial Esta vez como el año pasado debido al coronavirus.
Tiempo este de muchas dificultades y problemas para todos en el que nos ha situado en el desánimo a causa de la pandemia.
Muchos actos litúrgicos no se podrán hacer y seguramente, por miedo a la pandemia, habrá quienes preferirán quedarse en casa y a lo mejor se sentarán delante de la tele contemplando algún acto religioso. Algo es algo.
Con mucha o con poca gente, una vez más, celebraremos la gran semana de toda comunidad cristiana
Este domingo de Ramos la Palabra de Dios nos recuerda un gesto simbólico de la vida de Jesús que realiza en vísperas de su pasión en Jerusalén: la entrada triunfal a la ciudad de Jerusalén montado encima de un borriquillo.
Como observamos en el relato, es Jesús quien toma la iniciativa, quien organiza. Él ya lo tenía todo previsto. Había, seguramente, hablado con el dueño del borriquillo. Con uno de esos seguidores anónimos.
Jesús, en su vida pública, frecuentemente es él quien toma la iniciativa, quien decide lo que ha de hacer el grupo. Por ejemplo con ocasión de la multiplicación de los panes y los peces.
Los apóstoles, obedientes a las órdenes del maestro, hacen lo que él les manda y posiblemente, en esta ocasión, con mucho gusto participarían en esta fiesta que coincidía con sus aspiraciones de grandeza- Si a Jesús lo proclamaban como rey algo de bueno les tocaría a ellos.
Es fácil imaginarnos a los apóstoles organizando la caravana, ayudando a la gente a colocar sus ropas en el camino, cortando ramas de árboles y aclamando con la gente que Jesús es el Señor.
Por una vez Jesús se muestra como el enviado del Padre y aun así lo hace de una forma desconcertante: montado en un pollino, nada de caballo, expresión de poderío y de grandeza y también símbolo de guerra, sino con un pollino, con toda la humildad del mundo, acompañado por la gente que decía “Bendito el que viene en el nombre del Señor”.
Jesús es el que viene a instaurar el nuevo Reino, a comenzar una nueva época en la historia de la humanidad.
Tal vez algunas de estas personas que hoy le aclaman días después serán capaces de gritar todo lo contrario “Crucifícale”, “Crucifícale”.
Somos así muchas veces las personas. Capaces de lo más bonito del mundo y atolondrados para meternos en lo más desastroso.
¿Cómo debió vivir Jesús este gesto tan popular? ¿Y los apóstoles? ¿Y la gente? ¿Y yo, metido entre el tumulto, cómo lo hubiese vivido?
Pienso que en Jesús se deberían mezclar sentimientos de alegría y de pena.
De alegría al constatar la espontaneidad de las personas y en muchos casos su alegría y su sinceridad. Tal vez algunos habían sido testigos de alguno de sus muchos milagros… y también lo viviría con pena porque intuía que aquello era sumamente pasajero.
Y yo ¿Cómo lo hubiese vivido? ¿cómo lo vivo ahora?
Para mí, Jesús es el que ha sido enviado por Dios Padre para ser la luz del mundo, detrás de él he de caminar para seguirle sabiendo que tengo que hacer lo posible por decir en mi entorno que Jesús es el que ha de venir y que ya está ahora entre nosotros. Con mis gestos y palabras he de tratar de seguirle hoy, donde me encuentre, participando en su fiesta pero también detrás de él con su cruz a cuestas y, si es posible, con él, siendo un cirineo, que falta hacen en nuestro mundo
Digamos y aclamemos hoy, llenos de alegría, como aquella gente de Jerusalén: BENDITO EL QUE VIENE EN EL NOMBRE DEL SEÑOR