Estudio de Evangelio. Aurelio Feliciano Sosa
Marcos nos presenta el drama de un hombre con lepra, marginado por la Ley y por la sociedad, que, con una inmensa confianza, acude a Jesús para que le sane y le reintegre a la normalidad social. Jesús, movido por la misericordia, lo toca y lo sana.
14 de febrero de 2021. Mc 1,40-45.
Se le acerca un leproso, suplicándole de rodillas: «Si quieres, puedes limpiarme». Jesús, compadecido, extendió la mano y lo tocó diciendo: «Quiero: queda limpio». La lepra se le quitó inmediatamente y quedó limpio. Él lo despidió, encargándole severamente: «No se lo digas a nadie; pero para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés, para que les sirva de testimonio». Pero cuando se fue, empezó a pregonar bien alto y a divulgar el hecho, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera, en lugares solitarios; y aun así, acudían a Él de todas partes.
Acogemos la luz del Espíritu Santo: “Entra hasta el fondo del alma, Divina Luz, y enriquécenos.
Notas
*La persona que tuviese cualquier enfermedad de la piel en el Pueblo de Israel, quedaba señalada, expulsada de la comunidad y considerada como impura. Iba vestida de harapos, con el pelo desgreñado.
* Estas curaciones que hace Jesús anuncian que la salvación de Dios acoge a excluidos y marginados.
* Con frecuencia, Marcos dice que Jesús prohibía revelar su identidad o divulgar sus milagros. Lo hace para que su mesianismo no sea mal en-tendido y para poder mostrar que Él no es el Mesías guerrero, triunfador y glorioso que muchos esperaban, sino el Mesías pobre y humilde que tiene que pasar por el sufrimiento y la muerte antes de resucitar.
* Jesús tocó a aquél a quien nadie quiere tocar por miedo a contaminarse. Él valora la persona por encima de cualquier consideración.
* Acción y palabra van siempre juntas en Jesús. Es una Palabra eficaz que cumple lo que dice.
Dios aparece en este texto como el Dios que se compadece de la persona marginada por unas leyes religiosas que discriminan y consideran a quien enferma como una persona impura. Un Dios que es fuente de sanación y que en su proyecto de salvación no cabe lo espectacular, lo mágico.
La Buena Noticia que nos ofrece este texto es que Jesús tiene entrañas de misericordia, rompe las barreras que aíslan a la persona descartada, le devuelve su dignidad y la integra en la sociedad.
Toca la carne herida, la purifica y la sana.
Realiza uno de los signos del Reino que muestra que Él es el Enviado, aunque aún no ha llegado el momento de revelar su identidad para así evitar confusiones o lecturas mágicas de su misión.
Un Jesús que no vino a predicar una doctrina y después se fue, sino que vino en compasión, a padecer con y por nosotros, entregando su propia vida
Hoy sigue habiendo una multitud de personas excluidas, que quizá no vistan harapos ni den voces porque no tienen voz, pero reclaman atención, cuidado, compasión, compañía.
Mucha gente también ha desarrollado el anticuerpo de la solidaridad, escuchando el clamor de la carne herida de Cristo y escuchando la voz del Señor: “¿Dónde está tu hermano”? (Gn 4,9).
Personas que no temen las consecuencias de mezclarse con las personas más vulnerables: militantes de ACO, HOAC o JOC, que luchan por dignificar el mundo del trabajo; grupos cristianos comprometidos en la defensa y apoyo a inmigrantes y refugiados; voluntariado y personas vocacionadas, redimiendo a víctimas de la prostitución o comprometidas en Pastoral Penitenciaria o de la Salud, luchando por integrar a tanta gente expulsada del circuito social, porque Dios ha querido atarse a la historia, a lo material, a sus hijos e hijas predilectas: las personas solas y desamparadas.
Personas e instituciones que no hacen ruido, que no aparecen en los Telediarios ni en las redes sociales, pero que continúan la obra de Jesús, haciendo presentes los signos del Reino, sin alharacas ni aspavientos ni montajes.
Personas que no pasan desapercibidas, a las que acude la gente de todas partes.
Este gesto de Jesús es una invitación a tomar conciencia de nuestras zonas necesitadas de ser tocadas por Él para alcanzar la sanación radical.
A acercarnos con a Jesús con humilde fe y confianza ilimitada, sabiendo que es todopoderoso en amor.
A continuar aportando nuestro granito de arena a la construcción del Reino, rompiendo prejuicios, saltándonos barreras ideológicas, racistas, xenófobas, homófobas, religiosas, clasistas.
A emplear mediaciones silenciosas, medios pobres, sin parafernalias, sin aparatosidad, con sencillez, con discreción.
A acercarnos al Sacramento de la Reconciliación para ser tocados por el Médico divino a través de sus ministros.
Dialogamos con el Señor con estas o parecidas palabras “Señor Padre bueno, te damos gracias por tu Hijo Jesucristo, Médico del cuerpo y del espíritu, que vino a cumplir la promesa mesiánica de levantar al pobre y al afligido que no tiene protección; a echar abajo las barreras que no permiten vivir la unidad en la diversidad; a superar una ley que segrega y no integra.
Te pedimos que purifiques nuestras vidas y a tu Iglesia de toda impureza, de todo lo que nos impida acercarnos a quien lo necesite.
Danos la fuerza necesaria para continuar la obra sanadora de tu Hijo, rompiendo toda barrera, restañando nuestras heridas internas personales y las de esta humanidad dividida.
Que busquemos los caminos de la reconciliación y la integración en el amor con medios pobres, llevando al mundo un abrazo de paz.
Que la Celebración del Perdón y la Reconciliación nos rehaga y así, tocados por tus entrañas de misericordia con la fuerza del Espíritu, seamos artesanos de la unidad en el amor. Amén.
Aurelio Feliciano Sosa. Diócesis de Tenerife