Domingo 24º T.O. - A

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Estudio de Evangelio. Manu de las Fuentes

Si la semana pasada Jesús nos invitaba a vivir la corrección fraterna, ésta nos plantea abrirnos a un perdón sin límites, una propuesta que parece desbordarnos.
 
13 septiembre 2020 / Mt 18, 21-35
 
1. En el diálogo inicial entre Pedro y Jesús se enfrentan el “realismo” de Pedro y la “utopía” de Jesús; lo “razonable” de Pedro y el “exceso” de Jesús; la lógica humana y la divina. El camino del discípulo se adentra en la lógica de Dios, realizada en la humanidad de Jesús. Pedro ha comenzado a entender que el perdón es el modo de construir comunidad y, por tanto, de ser signo de la nueva fraternidad. Y propone una medida generosa: ¡siete veces!
 
Me identifico con Pedro. Hemos sido testigos presenciales del poder benéfico del perdón para quien lo otorga, para quien lo recibe y para la comunidad. El perdón de algunas víctimas del terrorismo en Euskadi nos enseña que podemos ir mucho más lejos en el ejercicio del perdón. Comprendemos que el perdón es un proceso humano que tiene sus tiempos. En definitiva, estamos en la senda de ensanchar la vivencia del perdón. Pero intuyo que Jesús con su parábola quiere radicalizar nuestro camino y trato de entrar en la lógica de Dios.
 
2. Leo en un comentario que diez mil talentos era la cantidad mayor que se podía imaginar mientras que cien denarios era la cantidad que un jornalero ganaba en tres meses. Creo que el meollo de todo está en la intensidad de la vivencia de ser perdonado por Dios. Entiendo que Jesús me dice algo así: “perdonarás a los demás ilimitadamente cuando comprendas el alcance del perdón que te ofrezco”.
 
3. Así que entiendo que la primera llamada del evangelio de hoy es crecer en la consciencia del significado que tiene para mi vida el perdón de Dios. Para ello, en primer lugar, exploro mi experiencia de ser perdonado: me reconcilia con mi verdad, me siento amado en mi fragilidad, me despierta una alegría nueva, me pone en pie, me abre más a los demás. ¡Es tanto lo que recibo!
 
A continuación, me doy cuenta de que el perdón de Dios me viene por medio de la relación con Jesús. El amor y perdón que recibo de Dios es el amor y el perdón de Jesús que se entregó por mí en la cruz (Gal 2,20). Es el Perdón de la Victima, cuyo reflejo lo encuentro en algunas víctimas de hoy. ¡Es inmenso lo que recibo!
 
Al recordar, ahora, ofensas no perdonadas por mí comienzo a comprender la parábola que Jesús me dirige personalmente.
 
4. Jesús nos abre un camino largo que exigirá que nuestro paso sea adecuado a nuestra capacidad para no abandonar. Nos capacita con su perdón y nos inspira y estimula con su Palabra.
 
    * Toma conciencia de lo que has recibido en el Perdón de Dios
    * ¿Dónde están tus resistencias para perdonar?
    * Trae a tu oración de pastor situaciones de la comunidad necesitadas del perdón
 
Manu de las Fuentes Calzada. Diócesis de Bilbao