Domingo 23º T.O. - A

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Estudio de Evangelio. Manu de las Fuentes
La presencia de Dios en medio de la comunidad humana, formada por personas pecadoras, nos llama a corregir y ser corregidos.
 
6 septiembre 2020. Mt 18,15-20
 
1. Si la pandemia nos ha recordado la condición frágil del ser humano, el evangelio de este domingo nos recuerda su condición pecadora, que tendrá su reflejo en la vida de la Iglesia. Una comunidad “sin pecado” es imposible por inhumana. Una comunidad en la que sus miembros no reconocen el pecado vive fuera de la realidad, y sólo en la realidad acontece la buena noticia del evangelio.
 
2. La presencia de Jesucristo “donde dos o tres estén reunidos en su nombre” es una “segunda” característica de la Iglesia, tal como el texto de hoy nos invita a considerar. La Iglesia es más que una comunidad humana, es la comunidad humana reconstruida por Dios, a condición de que tome conciencia de la presencia de Dios en medio de ella.
 
3. En las palabras de Jesús resuena la parábola de la oveja perdida, que está en los versículos anteriores del mismo capítulo 18. La presencia de Jesús en el interior de la comunidad es tal que busca, activamente, salvar al pecador. La acción a la que nos invita el evangelio ha de ser vivida en esa intención de Jesús de dar vida al pecador. Estamos llamados a hacer experiencia en la Iglesia de aquellas palabras de Pablo: “donde abundó el pecado, sobreabundó la Gracia (Rom 5,20)”. Pero, para ello, hemos de vivir un doble movimiento como mediación de la acción liberadora de Dios, corregir y ser corregidos.
 
4. Todos somos conscientes de la exigencia que comporta corregir a una persona. Con frecuencia reconocemos que la corrección fraterna es un punto débil de nuestros equipos. Una corrección hecha “de malos modos”, o sea, de modos distintos a los de Jesús, suele acarrear división. Jesús nos propone una “escalada” en la corrección; entiendo que consiste en hacerlo de tal modo que facilite la disposición del otro para reconocer su pecado, evitando bloqueos. El domingo anterior Jesús, para corregir a Pedro “se lo llevó aparte”.
 
Las palabras de Jesús atienden tanto a esa delicadeza como a la firmeza en la reprensión, de modo que, si los sucesivos intentos no han conseguido su objetivo en la persona que ha pecado, “considéralo como un pagano o un pecador”. Palabras duras que me interrogan sobre el modo de compaginar la misericordia y la exigencia cuando una persona no reconoce su pecado a pesar de la ayuda prestada por la comunidad (cualquiera de nosotros). El texto de hoy no me da pie para responder. Habrá que buscar la respuesta en otras palabras de Jesús como aquellas ante la higuera que no daba frutos (Lc 13,6-9)
 
5. Por otra parte, dar autoridad al otro, a la comunidad, frente a mis posiciones, es un ejercicio de entrar por la puerta estrecha al que nuestro egocentrismo puede resistirse. Estamos inmersos en una cultura donde la subjetividad prima excesivamente en detrimento del “control de calidad” del otro. A la hora de acoger el evangelio eterno seamos conscientes de las influencias actuales de la sensibilidad dominante en nuestro entorno.
 
      *¿Reconoces la acción de Dios cuando eres corregido en comunidad?
      *¿Vives la corrección al otro como un servicio al que Dios te llama?
 
    Manu de las Fuentes. Diócesis de Bilbao