Domingo 2º Pascua - A

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Estudio de Evangelio. José Ignacio Blanco Berga

Muchos cristianos nos sentimos identificados con la figura de Tomás. El domingo pasado, domingo de Resurrección, nos adentrábamos en los textos bíblicos de la mano del discípulo amado. Hoy la Iglesia nos propone prepararnos al encuentro con Cristo Resucitado de la mano de un racionalista que necesita ver y tocar para creer, es decir, controlar (Jn 20,19-31)

 

Esta tentación de pretender tener todo bajo control es, a mi juicio, el enemigo principal de la fe, en cuanto encuentro personal con un acontecimiento, como veíamos la semana pasada. Pero si superamos la tentación de querer controlar todo lo real hay un momento en el cual descubrimos que, efectivamente, Dios nos invita a ver lo que ha hecho por nosotros (llagas) y nos enseña a ver más lejos (en las llagas, las heridas del amor de Dios y las fuentes del Espíritu). En el proceso de la fe, aprenderemos más tarde a caminar creyendo sin necesidad de ver.

 

Por otro lado, Tomás es el individualista que, al separarse de la Comunidad, termina cerrándose sobre sí mismo y se hace así incapaz de encontrarse con el Resucitado y recibir su paz. Pero es también el que, como tantos creyentes de hoy, vive su fe en proceso y, por ello, tiene una palabra que decir a los no creyentes, en contraposición con esa religiosidad heredada de quienes buscan en la Comunidad Cristiana el seno protector, el refugio de sus miedos a un mundo que lo perciben como descristianizado y hostil. A la luz de esta escena reveladora y entrañable, os propongo alguna cuestión:

 

¿Qué buscas en la Comunidad Cristiana: el ideal de fraternidad que no encuentras en el mundo, el refugio de tus conflictos? Si buscas en ella un ideal de fraternidad y un refugio de conflictos, no seas iluso; los problemas humanos se dan también en la Comunidad Cristiana, puesto que en el único lugar en que no hay conflictos es en el cementerio. Donde hay vida, siempre hay conflictos. Habremos de pedir al Señor que nos ayude a manejarlos.

 

Quizá eres tan individualista que tu parroquia no es para ti más que un edificio con una serie de servicios. Ciertamente la Comunidad Cristiana no existe para sí, sino para los hombres: la misión se realiza, primordialmente, en el mundo. Pero, sin compartir tu fe, terminarás por vaciarla de sentido. Y este punto me parece fundamental, ya que la Iglesia española actualmente se agarra a su servicio a la sociedad y no se da cuenta de que, con ello solamente, se convierte en una ONG. Y ese compartir la fe solamente puede hacerse en la Comunidad Cristiana (Iglesia).

 

José Ignacio Blanco Berga

Zaragoza