Bautismo del Señor - A

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Estudio de Evangelio. José Lozano Sánchez

En nuestro Bautismo, al igual que Jesús en el suyo, nos hacemos sacerdotes, reyes y profetas, al igual que todos los miembros del pueblo de Dios. Y nuestra ordenación sacerdotal ha de estar al servicio de los bautizados, para que vivan, con todo su alcance, en su presencia en el mundo, su sacerdocio, su realeza y su testimonio profético, como lo vivió el laico Jesús.

 

Mt 3,13-17: Apenas se bautizó Jesús, salió del agua y vio que el Espíritu de Dios bajaba sobre él.

En aquel tiempo, fue Jesús de Galilea al Jordán y se presentó a Juan para que lo bautizara. Pero Juan intentaba, disuadirlo, diciéndole: -«Soy yo el que necesito que tú me bautices, ¿y tú acudes a mí?» Jesús le contestó: -«Déjalo ahora. Está bien que cumplamos así todo lo que Dios quiere. » Entonces Juan se lo permitió. Apenas se bautizó Jesús, salió del agua; se abrió el cielo y vio que el Espíritu de Dios bajaba como una paloma y se posaba sobre él. Y vino una voz del cielo que decía:-«Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto.»

 

Hoy celebramos el bautismo de Jesús, que recibió antes de comenzar su vida pública, en el rio Jordán, de manos de Juan Bautista. Jesús se puso en la cola de los pecadores como una persona más. Al encarnarse asumió la humanidad con toda su realidad de pecado. Eso mismo hizo y dio a entender en su Bautismo y en toda su vida pública hasta su muerte, buscando siempre a los más pecadores y comiendo con ellos. Juan le dijo que era él quien tenía que ser bautizado por Jesús, no Jesús por él, pero Jesús vivió su bautismo como un ser humano más, en solidaridad con todos los pecadores, porque así era la voluntad del Padre. Jesús era un laico, no un sacerdote. En su bautismo Jesús recibió el Espíritu Santo, oyó la voz del Padre que declaraba que era su Hijo predilecto y nos invitaba a todos a escucharle. Jesús sintió, de forma especial, en su bautismo, que era Hijo del Padre y que había venido a este mundo a cumplir la misión que el Padre le había encargado. Al recibir el Bautismo Jesús entregó su vida al Padre, y se comprometió a dar su vida por todos. El sumergirse en el río Jordán, fue un compromiso a morir. Ese sumergirse, como todos sabemos, representa su muerte, como el salir del agua expresa su resurrección. No fue un rito, fue el compromiso total de su vida. Fue como el anuncio de su muerte por todos y de su resurrección de entre los muertos.

 

En su bautismo, Jesús comprendió que había venido a este mundo para cumplir lo que habían dicho todos los profetas. En este domingo del Bautismos del Señor, la primera lectura del profeta Isaías nos dice que tenía que venir: a implantar el derecho en la tierra, para que abra los ojos de los ciegos, para sacar a los cautivos de la prisión, y de la mazmorra a los que habitan las tinieblas.» Y el apóstol Pedro nos dirá en la segunda lectura: Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.» Para esto se bautizó Jesús, así fue Jesús y esto es lo que hizo en su paso por este mundo. En su Bautismo fue donde Jesús recibió la unción de Sacerdote, Rey y Profeta, esa unción que consumaría en la cruz. Esta fue la ordenación sacerdotal de Jesús.

 

Jesús fue el que inició el Bautismo de todos nosotros los cristianos. Nuestro Bautismo ha de ser igual que el de Jesús. Para nosotros, bautizarnos es recibir el Espíritu de Dios que nos hace hijos suyos, es consagrar toda nuestra vida a Dios, dárselo todo a él, y comprometernos a hacer lo que hizo Jesús desde que nació hasta su muerte en la cruz, siempre confiados en su amor y su ayuda que nos ofrece en cada momento.

 

Una cosa parecida al bautismo es el matrimonio. La vida cristiana, como la de Jesús, que es llamado el Esposo, tiene una sentido esponsal. Jesús viene al mundo a desposarse con la humanidad. Las bodas de Caná anunciaban sus bodas con la humanidad, que realizaría y consumaría al entregar su vida en la cruz. Cuando una persona se casa con otra se compromete a entregar su vida a esa persona y a compartirlo todo con ella, viviendo con esa persona y dándole toda su vida y su amor, no sólo en las alegrías y cuando todo va bien, sino sobre todo en las penas, enfermedades, y cuando la vida se llena de dificultades. Esto es bautizarse.

 

En la Iglesia nos tenemos que plantear cómo damos el Bautismo a los niños o a cualquier persona que lo pide en una comunidad cristiana, y sobre todo, el seguimiento que hacemos del Bautismo que administramos. No es normal que dos personas se casen sin conocerse bien, y sin tener claro lo que es vivir con otra persona y comprometer toda la vida con ella. Nos damos cuenta de que para el matrimonio, cuanto más preparación mejor. Así es también el Bautismo… No se debe recibir, ni administrar a la ligera, porque puede ocurrir que la persona que lo recibe, se olvide de lo que ha recibido, deje su compromiso con Dios y con la comunidad cristiana, y viva como si no fuera cristiano. Bautizarse es desposarse con la persona de Jesús y con su Iglesia, que se hace presente en la comunidad cristiana donde se recibe el Bautismo.

 

El Bautismo se refuerza en el sacramento de la Confirmación y se consuma en la Eucaristía. Si al bautizarnos nos hemos comprometido con Jesús, en la Eucaristía venimos a unirnos con él escuchando su   Palabra y recibiendo cada uno su cuerpo y su sangre. La unión total que hacemos con Jesús en la Eucaristía, es la consumación de nuestro Bautismo, y nos ha de ayudar a vivir en plenitud la unión la unión esponsal que hemos hecho con Jesús en nuestro Bautismo. Jesús, cuando se bautizó, se comprometió a darnos su persona y su vida, cosa que cumplió en la última cena con sus discípulos y nos la ofrece cada vez que nos reunimos para celebrar aquella cena que nos dejó como memorial de su muerte y resurrección. Para que el Bautismo, y cualquier sacramento, se viva como en todo su alcance, es fundamental que nos planteemos, que toda la Iglesia se plantee, el seguimiento de los bautizados, su formación permanente, para que vivan la coherencia y la unión de su vida con su fe y con el compromiso adquirido en el Bautismo.

 

Es importante el sacramento del Orden, para el que se exige una amplia formación de varios años en el seminario. La ordenación sacerdotal se realza con un ceremonial y una solemnidad fuera de lo normal, y no digamos la ordenación de un obispo, aunque el bautismo es el sacramento fundamental de la fe cristiana. Al servicio de los bautizados está el sacramento del Orden.

Llama mucho la atención que al sacramento del Orden se le asigne una preparación tan grande, y que se celebre con tanta solemnidad, y después se programe un seguimiento y formación permanente de los ordenados, y se pida tan poca preparación para el bautismo y, en la práctica, se celebre como un sacramento de poca importancia, aunque en teoría se diga y afirme en todos los documentos y elaboraciones teológicas, que es el sacramento fundamental de la vida de fe en Jesús y de la pertenencia a la Iglesia. La inmensa mayoría de los laicos y laicas no tiene conciencia de que en su Bautismo se incorporan a la persona de Jesús ya su cuerpo que es la Iglesia, y en él son ungidos sacerdotes, reyes y profetas, al igual que Jesús.

 

  • ¿Qué es para mí estar bautizado? ¿Cómo vivo mi bautismo?
  • ¿Me dejo llevar por el Espíritu que Dios me ha dado al bautizarme como se dejó llevar Jesús?
  • ¿Cómo he de vivir para pasar haciendo el bien en este mundo, a partir de mi bautismo, como hizo Jesús?
  • ¿Qué cambios se ha de realizar en la Iglesia para que el Bautismo se administre y se viva como lo vivieron Jesús y los primeros cristianos?
  • ¿Cómo llegar en la Iglesia a crear conciencia de que el Bautismo y la Eucaristía son los sacramentos fundamentales de la fe y la vida cristiana y que se han de preparar y celebrar de otra forma muy diferente a como se celebran en la actualidad?
  • ¿Cómo organizar y llevar a cabo el seguimiento y acompañamiento de los bautizados y de sus familias?