Domingo 3º Adviento - A

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Estudio de Evangelio. José Lozano Sánchez

En el mundo aparecen muchas obras, acontecimientos y realidades que, que nos dejan claro que ha llegado el Reino de Dios, aunque esas realidades no coincidan con nuestros esquemas y formas de situarnos ante la vida. La fe en Jesús nos ayudará a comprometernos en la construcción de ese Reino y a vivir nuestra época como tiempo de gracia y salvación.

 

Mt 11,2-11: ¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?

En aquel tiempo, Juan, que había oído en la cárcel las obras del Mesías, le mandó a preguntar por medio de sus discípulos: «¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?» Jesús les respondió: «Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven, y los paralíticos andan; los leprosos quedan limpios, y los sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia el Evangelio. ¡Y dichoso el que no se escandalice de mí!» Al irse ellos, Jesús se puso a hablar a la gente sobre Juan: « ¿Qué salisteis a contemplar en el desierto, una caña sacudida por el viento? ¿O qué fuisteis a ver, un hombre vestido con lujo? Los que visten con lujo habitan en los palacios. Entonces, ¿a qué salisteis?, ¿a ver a un profeta? Sí, os digo, y más que profeta; él es de quien está escrito: "Yo envío mi mensajero delante de ti, para que prepare el camino ante ti." Os aseguro que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan, el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él.»

 

Más que Juan, parece que eran sus discípulos los que no tenían claro que Jesús era el que tenía que venir. Juan había confesado algunas veces que Jesús era El Esposo que venía a realizar la Alianza definitiva con Israel y con toda la humanidad, y estaba convencido de que Jesús tenía que crecer y él disminuir. Aunque también es posible que, la idea de mesías que tenía Juan, como la de sus discípulos y los doce discípulos de Jesús, no coincidiera con la vida y la forma de actuar que tenía Jesús, que, más que juicio, condena y poder, ofrecía signos de pobreza debilidad y misericordia.

 

A la pregunta de los discípulos del Bautista, Jesús no responde con grandes explicaciones y argumentos, sino que los invita a ver y a interpretar lo que está ocurriendo. Y Jesús no dice: yo estoy curando a los leprosos, dando oído a los sordos, vista a los ciegos, resucitando a los muertos y anunciando a la Buena Noticia a los pobres. Jesús es el primero que contempla y agradece, lo que está ocurriendo como obra del Padre Dios, como la llegada y presencia del Reino. Él era el Reino de Dios. Estaba claro el cumplimiento de todo lo que habían anunciado los profetas, en la vida y actuación de Jesús. Ciertamente estas obras, el Padre las realiza, a través de la persona de Jesús. Por eso, reconociendo su unión con el Padre, y su acción a través de él, llega a decir: Dichoso el que no se escandalice de mi. Faltaba el signo y la obra más grande que el Hijo de Dios iba ofrecer a la humanidad, que era la consumación de la salvación: Su muerte en la cruz, ante la cual, cabía la posibilidad de escandalizarse, si miraba sólo con ojos humanos.

 

Desde la aparición de Jesús en el mundo, se hizo presente el Reino de Dios entre nosotros, y su presencia creciente no se acabará hasta el fin de los tiempos. Lo nuestro es contemplar, desde la fe, lo que está ocurriendo en la época que nos ha tocado vivir, como época de gracia, que por muchas injusticias, sufrimientos y cosas negativas, no deja de ser el espacio histórico en el que Dios se hace presente y construye su Reino, apoyados siempre en la presencia de Jesús resucitado que nos acompaña como nos ha prometido: sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos.

 

Al marcharse los discípulos de Juan, Jesús profiere una gran alabanza y reconocimiento a la persona y la obra que Juan había realizado, hace suyas su pobreza, su libertad y su compromiso en la misión que Dios ha puesto en sus manos. Juan vio al que todos los profetas anunciaron y no pudieron ver. El Bautista, además de preparar al pueblo para recibir al Mesías, anticipa la pasión y muerte de Jesús, con su prisión y su muerte al ser ejecutado por Herodes. Era el broche de oro del Antiguo Testamento. Habiendo realizado la misión más grande que pudo realizar cualquier profeta, era deudor de ciertas actitudes y esquemas del Antiguo Testamento, como por ejemplo, el acento que pone en el juicio de Dios. Aunque Jesús lo acoge con todo su amor, como al más grande los profetas, no había llegado a la experiencia del amor y la misericordia de la que goza cualquier ciudadano del Reino, el más pequeño. Jesús se consideraba el más pequeño, se pone en el último lugar. Eso no quita que Juan sea un referente, para la Iglesia de todos los tiempos, de cómo hemos de comprometernos en preparar y trabajar a fondo la venida del Señor.

 

  • ¿Hasta qué punto yo dejo mi vida en manos de Dios para que manifieste, a través de mis obras y mi compromiso, su Reino en este mundo?
  • ¿Cómo veo que se está manifestando, en nuestros tiempo el Reino de Dios, como se manifestó en tiempos de Jesús.
  • ¿Cómo me comprometo, y cómo se compromete mi comunidad en la preparación de la venida del Reino de Dios?