Domingo 1º Adviento - A

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Estudio de Evangelio. José Lozano Sánchez

Parece ser que el Señor nos llama a  ser personas conscientes y muy atentos a la realidad. Para nosotros los cristianos la realidad más grande es la persona de Jesús y su encuentro con nosotros en cada momento de nuestra vida, de forma espacial en la persona de los que sufren. 

 

1 de diciembre de 2019

 

Mt 24,37-44: Estad en vela para estar preparados.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuando venga el Hijo del hombre, pasará como en tiempo de Noé. Antes del diluvio, la gente comía y bebía y se casaba, hasta el día en que Noé entró en el arca; y cuando menos lo esperaban llegó el diluvio y se los llevó a todos; lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre: Dos hombres estarán en el campo: a uno se lo llevarán y a otro lo dejarán; dos mujeres estarán moliendo: a una se la llevarán y a otra la dejarán. Por tanto, estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejaría abrir un boquete en su casa. Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre.»

 

En los comienzos de la Iglesia las comunidades cristianas presentían que Jesús iba a aparecer en cualquier momento. Todos los cristianos esperaban la venida del Señor. En este ambiente se escribe el Evangelio de hoy en el que se repite dos veces estad en vela y estad preparados. En él se escogen las palabras de Jesús que invitan a la vigilancia. Es muy importante que veamos lo que nos dice cada texto evangélico de la persona de Jesús, qué nos revela de la vida y el alma de Jesús este texto… Siempre Jesús nos habla de su experiencia, sobre todo de la relación que él tiene con el Padre. Además de pasar largas horas, en la noche y en la madrugada, en comunicación con el Padre, Jesús vivía siempre en vela, unido a su Padre con un amor sin límites, hasta el punto de que el Padre y él eran una misma cosa, quien veía a Jesús veía a su Padre. Y esta unión con el Padre, le ayudaba a encontrarse con cada uno de nosotros y con toda la humanidad. Descansaba como cualquier persona, pero lo suficiente para estar siempre en vela, pendiente de su Padre,  de las personas que sufren y de la misión que el Padre le había encomendado.

A partir de Jesús, nos damos cuenta del perfil que ha de tener aquel o aquella que quiere seguirle: Persona muy consciente de su presencia en cada momento de la vida, abierta a las llamadas que él nos dirige a través de los que sufren, de los acontecimientos y de cualquier circunstancia de la vida. Lo propio de un cristiano es ver las cosas y la realidad con profundidad, valorarla desde el Evangelio, desde la persona y vida de Jesús, y tomar decisiones concretas para responder a las llamadas que Dios le hace a través de la vida.

Y esto no lo hacemos por obligación. Todo parte de habernos encontrado con él, de darnos cuenta de que sólo él puede llenar nuestra vida y de sentirnos fuertemente atraídos, de tal manera que, sin él, no podemos vivir. Hoy la vida nos invita a distraernos y a dispersar nuestra atención. Tenemos muchas cosas para leer, ver y escuchar. Hemos de ver qué lugar ocupa Jesús y los que sufren, en nuestra vida, qué es para nosotros lo más importante y en dónde centramos nuestra vida.

  • ¿Hasta qué punto soy una personas despierta, consciente y abierta a la vida?
  • ¿Qué lugar ocupan Jesús y los pobres en mis preocupaciones?
  • ¿Qué cosas creo que me pueden ayudar a encontrarme con Jesús y a seguirle de cerca comprometiendo mi vida con los pobres?