Vocación de Andrés y Pedro: Han comprendido que Juan Bautista es sólo el Precursor y han aceptado a Jesús como el Cordero de Dios que viene a liberar al mundo del pecado y es portador del Espíritu. Hay un encuentro y a partir de ese encuentro, el entusiasmo es incontenible.
17 enero 2021. Jn 1, 35-42
Invocamos al Espíritu Santo: “Ven, Espíritu Divino. Entra hasta el fondo del alma, divina Luz y enriquécenos”.
Notas:
1. Dos discípulos de Juan, aleccionados por éste, siguen a Jesús. Él responde a sus expectativas y les interpela. Ellos manifiestan su deseo de seguirle como discípulos y le preguntan dónde vive. Son las primeras palabras de Jesús que recoge el evangelista. No hay confrontación alguna, más que palabras de aliento y acogida.
2. Jesús no da ninguna dirección: vive en la esfera de Dios y sólo se le puede conocer por experiencia, estando con Él. Ambos se quedan con Él. Es el anticipo de la comunidad cristiana: íntimamente unida a Jesús.
3. Es la hora décima, cercana a la duodécima, el final del día: se acerca el ocaso del viejo Israel. A pesar del paso de los años, la escena se revive con todos los detalles.
4. Andrés queda entusiasmado y se lo comunica a Pedro, su hermano, que se deja conducir pasivamente hasta Jesús. Ni éste le invita a seguirle ni Pedro se anima: posiblemente no es la figura del Mesías que espera.
5. Dos actitudes: Andrés es el paradigma de la persona adulta, abierta, en búsqueda, que quiere crecer y madurar. Pedro, refractario al cambio, a dejar atrás sus esquemas, encasillado en sus convicciones, no reacciona ante la presencia de Jesús.
Dios, en su proyecto de salvación, en los albores de una nueva y definitiva etapa de la historia, nos envía a su Hijo para recrear el nuevo Israel.
Ese Mesías viene a liberarnos del mal, no con prepotencia, ni deslumbrándonos, ni con las armas del poder, del prestigio o el dinero, sino con su entrega gratuita, con el encuentro liberador y entusiasmante del Maestro que nos acompaña, ayudándonos a crecer, a madurar, respetando nuestra libertad, nuestros procesos.
Se vale de mediadores: Juan, Pedro, Andrés…
Es la respuesta a nuestras preguntas más hondas. Nos acoge, nos seduce y nos invita a un encuentro profundo mediante un proceso gradual: amigos, discípulos y, al final, apóstoles.
La Buena noticia: Frente al misterio del mal, Jesús viene no sólo a perdonar sino a destruir el mal, el pecado.
Cuenta con nosotros, invitándonos a estar con Él. Nos seduce, nos acepta tal como somos, iniciando un proceso de discipulado, dándonos un nombre nuevo, una misión nueva, un giro a nuestra vida, y depositando en cada uno la necesidad de compartir esa experiencia entusiasmante.
Hoy también Jesús sigue siendo el Cordero que a través de tanta gente sigue destruyendo el mal, el pecado, la injusticia.
Hoy sigue seduciendo a tantas personas que, buscando el sentido de su vida, se sienten atraídas, seducidas y enviadas a continuar su obra.
Conocemos a mucha gente que, como el Bautista, con su palabra y su vida, de una manera humilde, sin protagonismo, señalan a Jesús como el Señor y Salvador.
Esta palabra es una invitación a ser mediadores, facilitadores del encuentro con Jesús, con la humildad de quien se sabe puente que se utiliza y se olvida.
A estar atentos a la voz del Señor que nos habla a través de acontecimientos, personas, situaciones, ofreciéndonos esperanza en medio de un mundo roto, caótico y sin esperanza.
A romper nuestros esquemas, nuestras seguridades y dejarnos sorprender por un Dios tantas veces desconcertante.
A recordar con gratitud la “hora” en que fuimos “tocados/as”.
A “estar con Él” y hacer comunidad.
A comunicar con entusiasmo lo que hemos visto y oído.
Dialogo con el Señor con estas u otras palabras: Gracias, Señor, por el testimonio de Juan el Bautista y por quienes, como él, van preparando tus caminos, sin protagonismos. Gracias por tu iniciativa que viene responder a nuestras búsquedas y deseos más hondos. Gracias porque nos has enviado a tu Hijo como Palabra definitiva, como el Cordero que quita el pecado del mundo, que nos llama a continuar su obra de sanación y liberación en tu Iglesia, desde la experiencia del encuentro con Él, presente en la oración, la Eucaristía, los crucificados por la justicia. Él es el objeto de nuestros anhelos, el Deseado de las naciones. Sigue enviando tu Espíritu a nuestro mundo y a tu Iglesia para que nuestras comunidades, acompañadas por los pastores, sean misioneras, anunciando a Jesucristo con entusiasmo con palabras y obras, como Juan Bautista, como María. Amén.
Aurelio Feliciano Sosa. Diócesis de Tenerife