Josep María Romaguera i Bach. Diócesis de Barcelona
Jesús nos enseña alrededor de la mesa. Por un lado nos dice que en el banquete del Reino nadie tiene que buscar su sitio. Al contrario, todos tienen que disponerse a recibir su puesto de quien lo ha invitado, Dios mismo, que tiene un lugar "de honor" para cada uno. Por otra parte, nos enseña a poner en primer lugar a quienes no tienen nada con qué "pagar".
Pauta para el Estudio de Evangelio personal o compartido en grupo
1. Oración para pedir el don de comprender el Evangelio y poder conocer y amar a Jesucristo y, de este modo, poder seguirle mejor y darlo a conocer
2. Anoto algunos hechos vividos esta última semana
3. Leo/leemos el texto. Después contemplo y subrayo
4. Anoto lo que descubro de JESÚS y de los demás personajes, la BUENA NOTICIA que escucho... ¿Qué actitudes y prácticas de mi vida son “felicitadas” por Jesús con la bienaventuranza del v.14? ¿Qué actitudes y prácticas quedan cuestionadas? Me pregunto lo mismo pensando en el movimiento, la parroquia... los colectivos a los cuales pertenezco: ¿Qué es “felicitado” y qué cuestionado?
5. Desde el evangelio, vuelvo a mirar la vida, los HECHOS vividos, las PERSONAS de mi alrededor...Tengo cerca personas que aplican en los diversos aspectos de la vida aquello que creen y esperan del Reino de Dios. Son testimonios para mí. Tomo conciencia de ello y doy gracias al Padre.
6. Llamadas que me hace –que nos hace– el Padre hoy a través de este Evangelio y compromiso(s)
7. Oración. Diálogo con Jesús dando gracias, pidiendo...
Notas por si hacen falta
Notas para seguir el hilo del Evangelio
- Los fariseos observan a Jesús (1) y Jesús también los observa a ellos (7). Entre estas dos notas de Lc hay unos versículos que la liturgia omite (Lc 14,2-6), en los que se nos dice que Jesús se decide a curar a un hombre. Lo hace descaradamente, por iniciativa propia, preguntando a los concurrentes si está o no está permitido curar en sábado (Lc 14,3).
- En el capítulo anterior (Lc 13,10-17) encontramos una escena muy parecida. Allí el evangelista acaba diciendo: todos sus adversarios quedaron avergonzados. Por su parte, el pueblo se alegraba de las obras prodigiosas que él hacía (Lc 13,17). Esta situación, sin duda, provoca que ahora los adversarios “lo estén espiando” (1).
- Que Jesús coma en casa de fariseos que lo invitan ya es normal, lo hemos encontrado otras veces en este mismo Evangelio de Lucas (7,36 y 11,37).
- Entre el v.1 y el v.24 de este capítulo 14, Lucas agrupa diversos fragmentos que tienen en común el tema del banquete (vv. 7-11.12-14.15.16-24).
Notas para fijarnos en Jesús y el Evangelio
- En la escena que contemplamos hoy (7-14) Jesús da su enseñanza a propósito de lo que hacen los convidados (8-11) y a propósito del que invita (12-14).
- A partir de lo que observa en los convidados (7), Jesús nos enseña que en el banquete del Reino nadie tiene que buscarse el sitio. Al contrario, todo el mundo tiene que disponerse a recibir el sitio de parte de quien lo ha convidado, Dios mismo, que tiene un lugar de honor (10) para cada uno.
- Más adelante Jesús cuestionará el deseo de los maestros de la Ley de ocupar los primeros puestos en los banquetes: Guardaos de esos maestros de la ley a quienes agrada pasear vestidos con ropaje suntuoso, ser saludados en público y ocupar los lugares preferentes en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes (Lc 20,46).
- A propósito de quien lo ha convidado a su casa (12-14), la enseñanza de Jesús para todo el mundo es que en el banquete del Reino los primeros convidados –si es que hay un orden– son los “pobres, lisiados, cojos y ciegos” (13), es decir, quienes no pueden dar nada a cambio (14). Es una auténtica Buena Nueva.
- Los dos puntos nos hacen pensar en la característica del Reino cantada por María en el Magníficat, al inicio del Evangelio: Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos (Lc 1,51-53). Jesús lo explicita cuando dice: “todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido” (11). Y también más adelante, habiendo propuesto la parábola del fariseo y del publicano, diciendo que éste [el publicano] volvió a casa con sus pecados perdonados; el fariseo, en cambio, no (Lc 18,14).
- De todo ello podemos extraer que si de veras deseamos y esperamos este Reino de Dios que Jesús anuncia y hace presente, ya lo podemos vivir ahora y aquí. Ya podemos aplicar los criterios del Reino en todo lo que vivimos en este mundo.
- Dicho de otra manera, a menudo preferimos recompensas (12) inmediatas construyendo nuestros propios ‘reinos’ y no nos damos cuenta de que hacerlo es optar: teniendo el Reino de Dios en las manos, es decir, la posibilidad de abrirnos a quienes no nos dan nada −ya que no tienen nada (14)−, lo rechazamos y nos escogemos a nosotros mismos, nos hacemos ‘reyezuelos’ del mundo que nos montamos. Y esto nos puede ocurrir a todos niveles, también montándonos una Iglesia a medida, un movimiento a medida, un grupo o una comunidad a medida... en donde podamos tener “los primeros puestos” (7) o bien donde podamos invitar a quienes nos pagarán con la misma moneda o a quienes siempre nos darán la razón (12). Y es que la única recompensa (14) que puede interesar de veras sólo la recibiremos si estamos abiertos, si no nos hemos llenado antes con otras recompensas (12).
- En definitiva, somos invitados a ser generosos, a poner los bienes de toda clase al servicio de los más pobres antes que buscar el beneficio personal. Nos lleva a vivir así la misma dinámica que nos hace amar a los enemigos (Lc 6,32-34). Una cosa y otra no se entienden si no es desde la convicción de que el Reino de Dios está en medio de nosotros (Lc 11,20; 17,21) y que la única recompensa (14) que vale la pena es aquella que no ganaremos, perqué nos es dada como regalo: la vida con el resucitado sentados a la mesa del Reino de Dios (Lc 14,15). La Eucaristía es su sacramento.
- Para Jesús optar por el Reino es fuente de una felicidad inmensa. Lo dice con una bienaventuranza: “Dichoso tú” (14).