Josep María Romaguera i Bach. Diócesis de Barcelona
Pauta para el Estudio de Evangelio personal o compartido en grupo
1. Oración para pedir el don de comprender el Evangelio y poder conocer y amar a Jesucristo y, de este modo, poder seguirle mejor y darlo a conocer
2. Anoto algunos hechos vividos esta última semana
3. Leo/leemos el texto. Después contemplo y subrayo
4. Anoto lo que descubro de JESÚS y de los demás personajes, la BUENA NOTICIA que escucho... Jesús no niega la realidad de injusticia. Y la condena. Pero no condena a las personas. ¿Cómo me sitúo yo ante las injusticias de nuestro mundo, de mi entorno...? Constatar la realidad de injusticia, ¿me/nos lleva a la acción transformadora, a ser activo/s en positivo, con propuestas...? ¿O me/nos limito/amos a la lamentación?
5. Desde el evangelio, vuelvo a mirar la vida, los HECHOS vividos, las PERSONAS de mi alrededor... Entre las personas que conozco, ¿en cuáles he encontrado las actitudes que Jesús propone a sus discípulos?
6. Llamadas que me hace –que nos hace– el Padre hoy a través de este Evangelio y compromiso(s)
7. Oración. Diálogo con Jesús dando gracias, pidiendo...
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Estamos ante el llamado ‘sermón del llano’, de Lucas, que tiene paralelismos con el ‘sermón del monte’ de Mateo. El evangelista recoge en él diversas enseñanzas de Jesús a sus discípulos.
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Conviene que no hagamos una lectura de este texto que parta de la idea que Jesús nos invita a la resignación ante la agresión de los “enemigos”, de quienes nos “odian”... (27).
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Más bien, hay que hacer una lectura desde el conjunto de la acción y predicación de Jesús en este evangelio de Lucas. Por ejemplo, cuando perdona desde la cruz: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen (Lc 23,34).
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Contra el prejuicio de que el evangelio pospone la felicidad para el cielo, es decir, para después de la muerte, Lucas insiste en dar toda la importancia al momento presente (Lc 6,20-26; 9,23; 12,52; 21,19), momento en qué se despliega la vida cristiana, que se caracteriza por la misericordia (Lc 6,27-36), la renuncia a todo para seguir a Jesús (Lc 5,11.28; 9,23.62; 12,33; 14,33), la pobreza (Lc 4,18; 6,20; 7,22; 12,13-21; 16,9.14.19-31; 18,22; 21,4), la alegría (Lc 15,7.10.32; 19,6; 24,41.52) y, finalmente, la oración (Lc 3,21; 5,16; 6,12; 9,18.28-29; 11,1; 18,1; 21,36; 22,46).
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Seguimos el evangelio desde donde lo dejábamos el pasado domingo (Lc 6,17.20-26). Jesús se dirige a los discípulos, “a los que me escucháis” (27). Habla a quienes están en la situación de las bienaventuranzas (Lc 6,20-23), concretamente a quienes son perseguidos (Lc 6,22).
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Jesús propone una manera de responder a la situación injusta de persecución, de “odio”, de exclusión, de ofensa, de proscripción del nombre por infame: se trata de responder de forma activa, no pasiva.
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No se trata, entonces, de encajar una maldición (28) y basta, o de encajar cualquier otra ofensa (29-30) y aguantar. Se trata de responder activamente con la “bendición”, con la gratuidad (30.34), con el amor hecho acción, que no quede en una palabra bonita pero vacía. Sólo así haremos añicos a la dinámica de la violencia.
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Jesús va más allá no sólo de la ley del talión, muy bíblica: ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie (Ex 21,24), que tenía por finalidad poner un límite a la prepotencia del más fuerte y a la venganza sin control (Gn 4,23-24). Va más allá, también, de la regla de oro: No hagas a nadie lo que tú aborreces (Tb 4,15), que el Antiguo Testamento presentaba en negativo, y lo formula en positivo: “Tratad a los demás como queréis que ellos os traten” (31).
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A sus discípulos, a “nosotros” (27), nos propone que vivamos y actuemos como lo hace Dios, “que es bueno con los malvados y desagradecidos” (35) y “es compasivo” (36). En esta manera de actuar se manifestará que somos “hijos” de Dios (35). Una de las características de este estilo de vida es la gratuidad (32-34): la bondad, el amor, la misericordia... de Dios son gratuitos. Tan gratuitos como puede serlo un convite cuando los comensales son pobres: Cuando des una comida o una cena [...] invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos. Serás bienaventurado, porque no pueden pagarte; te pagarán en la resurrección de los justos (Lc 14,12-14).
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Que el “Padre” (36) es “compasivo” ya lo había dicho el Antiguo Testamento. Dios rebosa de ternura y compasión, como un padre o una madre por sus hijos (Ex 34,6; Sl 103[102],13).
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De acuerdo con las formas bíblicas de expresión, las frases pasivas de este texto –“no seréis juzgados”, “no seréis condenados”, “seréis perdonados”, “se os dará”, “os verterán”, “la usarán [la medida]” (37-38)–, lo mismo pueden referirse a la acción de Dios (Mc 4,24) como pueden entenderse también de las relaciones entre nosotros (Mt 7,1-2).
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“No juzguéis”, “no condenéis” (37); al contrario, “perdonad”, “dad” (37-38): en esta generosidad podremos experimentar la auténtica felicidad (Lc 6,20-23), la que vive Zaqueo cuando, habiendo encontrado a Jesús, reparte todo con los pobres (Lc 19,8).