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Domingo 4º Cuaresma - A _2023

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Estudio de Evangelio. Ginés Pardo García , diócesis de Orihuela-Alicante

 

 19 de Marzo 2023. Jn 9, 1-41

Este domingo de Cuaresma nos ayuda a iluminar nuestra vida,  de hecho poco antes de que Juan nos narre el episodio que hoy se nos presenta, su evangelio recoge una afirmación de Jesús: Yo soy la luz del mundo (Jn 8,1) , del que este  capítulo 9 de hoy parece  ser una continuidad con  la curación de un ciego de nacimiento.
 
Como de manera casual el Evangelio de hoy comienza con un:  Al pasar… y sigue diciendo dónde se posa la mirada del Señor:  vio Jesús un hombre ciego de nacimiento, quizás esta frase  no daría más de sí, sino fuera por la pregunta de sus discípulos: Maestro ¿Quién había pecado, él o sus padres, para que naciera ciego? (Jn 9, 1). La respuesta de Jesús es para desarmar la pregunta, y con la pregunta toda una manera de ver las cosas: ni había pecado él, ni sus padres. Jesús, presentándose él mismo como luz, y curando al ciego de nacimiento, desarma esa visión veterotestamentaria tan miope, sobre las relaciones del ser humano con su propia manera de afrontar  las dificultades de la vida y la vida en sí misma, oscurecida en tantas ocasiones  por la culpabilidad o por la ley. De hecho Él entenderá su vida como una tarea en esa dirección: Mientras es de día, nosotros tenemos que trabajar….Mientras esté en el mundo, soy la luz del mundo (Jn 9, 4). Así “trabaja” con el ciego: Dicho esto escupió en tierra, hizo barro con la saliva y le untó barro en sus ojos (Jn 9,6) Este relato nos pone de relieve una curación con referencias a la creación primera, ya que con esa tierra y ese barro  nos recuerda los orígenes bíblicos, y también con el uso de la saliva, que en aquella época evocaba la energía vital. El trabajo de Jesús es rehacer la creación, y si hay algo novedoso es que Él pone en el ciego, en sus manos,  su posibilidad de ver, al ciego le corresponde poner de su parte, aceptar la luz y optar libremente por ella: y le dijo ve a lavarte a la piscina de Siloé (Jn 9,7) .
 
El texto nos introduce en otra cuestión: los dirigentes tenderán a rechazar lo ocurrido con una negación de lo evidente, de tal manera que el mismo Jesús  dirá: Yo he venido a abrir un proceso contra el orden éste; así los que no ven, verán y los que ven quedarán ciegos (Jn 9, 39). Lo que hará que se sientan no ya  contrarios a Jesús sino que lo rechazarán como a un pecador(Jn, 9, 24)
Lo cierto es que el judaísmo de aquella época se ve envuelto en la oscuridad de la ley, como pone de manifiesto la pregunta de los discípulos y, sobre todo, el enfrentamiento con aquel judaísmo, representado en concreto por los fariseos, que recorre todo el texto y que es evidenciado por Jesús como pecado de  ceguera: Si fuérais ciegos no tendríais pecado; pero como decís que veis, vuestro pecado persiste (Jn 9,41) .
 
Es más, la Ley es usada como elemento para mantener  esa oscuridad; aparece como fuente del miedo de los padres del ciego que no se atreven a refrendar explícitamente que ese que ahora ve ha sido curado: Preguntádselo a él; ya es mayor de edad…respondieron así por miedo (Jn 9,21). Los padres se verán sorprendidos, porque no pueden negar que ése es su hijo, y que nació ciego. Pero actúan así para no ser expulsados de la sinagoga (Jn 9, 22) para no correr el riesgo de quedarse fuera de su mundo, expulsados de su sociedad y de sus raíces, aunque ese proceso haya hecho a su hijo ser capaz de ver.
 
En todo este contexto quien aparece como luminosamente curado es el ciego, no solo curado de su ceguera física, sino de la ceguera de la  Ley; sin miedo proclama la autoría de Jesús en su curación y es capaz de ir más lejos ya que su verdadera luminosidad se expresará en ese acto de adherirse al Señor: te doy mi adhesión, Señor (Jn 9, 37)
 
 Como vemos, la afirmación de Jesús: Yo soy la luz del mundo (Jn 8,1) es refrendada por un ver, por un acercarse y por un actuar. La validez de esa afirmación se manifiesta en ese trabajo que hace que Jesús transparente la luz, ese es su trabajo: transmitir motivos para vivir, dar luz para apreciar  la vida, iluminar lo oscuro de la persona y  hacer que los hijos de las tinieblas queden en entredicho con su propia resistencia a aceptar a luz, que es la resistencia a aceptar el proyecto de Dios, en el que trabaja el Hijo. No es que Él de la luz, es que Él  es la luz, se da a sí mismo y se implica en esa tarea liberadora de una manera luminosa, inspirando confianza, invitando a buscar caminos de salida de su ceguera. De hecho el ciego no replica ninguna de las indicaciones de Jesús, pone en Él toda su confianza, aún sin ver físicamente, está ya iluminado por la palabra y la cercanía del Señor.
Pero no solo implica al ciego, Jesús comienza haciéndolo de palabra a sus discípulos: Mientras es de día, nosotros tenemos que trabajar realizando las obras del que me envió (Jn 9,4). Con ese nosotros está implicando a sus discípulos a ser luminosos, y no solo a aquellos discípulos, sino también a nosotros, discípulos hoy. En medio de las tinieblas que oscurecen la vida de los pobres, que no ven salidas, que sienten mermadas sus posibilidades de relación, que ven como se deteriora su vida familiar, que carecen de autoestima, que están al borde la las piscinas de Siloé de hoy, en formas de loterías o quinielas, es decir de  la suerte, y que a veces no saben cómo acercarse a nosotros y lo hacen de maneras inadecuadas o en el peor momento de nuestra jornada…porque son ciegos de nacimiento. La pobreza se sigue transmitiendo generacionalmente, y en tantos otros aspectos de las vidas de los pobres, que somos nosotros quienes no los vemos, podemos ser como los discípulos que vieron al ciego pero sin ser luz para él. La luminosidad de la Iglesia ilumina con el testimonio de los creyentes, esa es nuestra verdadera luz, y tendremos que ver si ante los pobres nos perdemos en agobiantes cuestiones estadísticas, que nos superan, como a los discípulos lo hacía aquella interpretación de la ley, y como nos pasa a la Iglesia, tantas veces iluminando solo con nuestros documentos y declaraciones en vez de entrar en una dinámica que el Papa no deja de proclamar y es que más allá de las agobiantes dimensiones de los problemas, hemos de ser capaces de dar un salto hacia una nueva forma de vida y descubramos definitivamente que nos necesitamos y nos debemos los unos a los otros, como en Fratelli Tutti (35),  dice Francisco.
 
El Señor nos  señala con sus gestos como hemos de hacer nuestra tarea, viendo a quienes no ven, acercándonos con nuestras palabras de confianza en ellos y poniendo en sus manos instrumentos que les ayuden a renacer, de tal manera que hagamos como Él y, encontradizos con ellos y luminosos como Jesús,  les propongamos la fe con la misma  audacia y  claridad: Se enteró Jesús de que lo habían echado fuera, fue a buscarlo y le dijo: ¿Das tu adhesión al Hombre?...¿y quien es Señor, para dársela?...Ya lo has visto, el que habla contigo,  ese es. El declaró: Te doy mi adhesión Señor. Y se postró ante Él (Jn 9 35-38)