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Domingo 6º T.O. - A_2023

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Estudio de Evangelio. Julián Fernandez-Chinchilla Contreras, diócesis de Cuenca

 

12 de febrero de 2023. Mateo 5, 17-37
 
Jesús, como maestro, enseña a sus discípulos la plenitud de la Ley, el cumplimiento de la voluntad del Padre. Es él el que ha venido a dar plenitud a la Ley. Toda su vida fue realizar la actitud con la que vino al mundo: Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, pero me formaste un cuerpo… Por eso digo: He aquí que vengo para hacer tu voluntad” (Hb 10, 6-7). Sólo por Cristo, con él y en él, el ser humano puede realizar la plenitud de la Ley. Santiago hablará de la “ley perfecta, la de la libertad” (Sant 1, 25). Pablo, de la “ley de Cristo” (Gal 6,2), y en Flp 3,9 hace la distinción entre “una justicia mía, la de la ley” y la justicia que “viene de la fe de Cristo, la justicia que viene de Dios y se apoya en la fe”.
 
Esta es la justicia que Jesús pide a sus discípulos como condición para entrar en el Reino. Es la justicia mayor que la de los escribas y fariseos, a los que en otro lugar advierte severamente: Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que pagáis el diezmo de la menta, del anís y del comino, y descuidáis lo más grave de la ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad” (Mt 23, 23).
 
Jesús plantea a sus discípulos superar el legalismo, la casuística, el conformarse con un cumplimiento de mínimos. Les plantea buscar la justicia del Reino de Dios, algo que presenta como meta hacia la que ir, sin autocomplacencias, y sin desánimos porque nunca la alcanzamos totalmente en esta vida.
 
A continuación Jesús aplica esa plenitud de la ley en seis ejemplos (cuatro leemos este domingo y los otros dos el próximo). Siguen el esquema: “Habéis oído que se dijo… pero yo os digo…” Reflejan una autoridad sorprendente de Jesús. Podemos imaginar el estupor, el escándalo, que produciría en sus oyentes judíos escucharle decir: “Dios dijo por medio de Moisés… pero yo os digo…” Y las reacciones: “¿Pero quién es este hombre?, ¿quién se ha creído que es?, ¿está trastornado?, ¿blasfema?... Y si dice la verdad, entonces…
 
Estas expresiones revelan claramente la cuestión de la identidad de Jesús: es el Hijo de Dios. “La ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad nos ha llegado por medio de Jesucristo” (Jn 1, 17), el Verbo de Dios  que se hizo carne.
 
Desde la gracia y la verdad que Cristo ha traído y nos comunica es posible aplicar lo más importante de la ley (la justicia, la misericordia, la fidelidad) a todos los aspectos de nuestra vida: relaciones fraternas, matrimonio, vida social…:
- Evitar la ira contra el hermano, no descalificarlo, despreciarlo o anular su persona o su honor. Optar por relaciones constructivas, dar el primer paso en la búsqueda de la reconciliación. Y esto como condición para dar culto verdadero a Dios.
- Atención a los deseos del corazón, el adulterio empieza en el corazón. Cuidar el amor fiel para que el matrimonio no llegue a romperse.
- Ser personas creíbles, dignas de confianza. Forjar relaciones humanas alejadas de la hipocresía y mentira, construidas en la confianza, la sinceridad, la coherencia entre lo que se dice y se hace.
 
Señor Jesús, tú eres la plenitud de la Ley, la que consiste en el amor. Gracias por tu enseñanza para que alcancemos nuestra perfección en ti. Guíanos y asístenos con tu Espíritu para que avancemos por este camino que tú nos has abierto. Que contigo realicemos las buenas obras que dan gloria al Padre Dios.