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Santa María, Madre de Dios_2023

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Estudio de Evangelio. Agustín Sánchez Pérez, diócesis de Canarias

 

1 enero 2023. Lucas 2, 16-21

En este día 1 de enero, en que la Iglesia nos invita a contemplar a María, Madre de Dios, descubrimos, una vez más, al Dios que es Novedad, que es Sorpresa. Lo que expresaba el Prólogo de San Juan: “Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”, lo descubrimos en este evangelio de Lucas de la forma más sencilla. Este descubrimiento lo vemos a través de lo siguiente:
 
Por un lado, los pastores. A unos pastores se les anuncia la Buena Noticia; no se anuncia a los poderosos de la tierra, ni a los sabios según el mundo, sino a personas que estaban en el escalón más bajo de la sociedad y de la religión, pues no podían cumplir ni siquiera con la ley del descanso sabático. Y cuando reciben la noticia “fueron corriendo hacia Belén”. Nos recuerda a la actitud de María que, cuando recibió la noticia del ángel, “se fue de prisa a la montaña” (Lc 1, 39); por eso el Papa Francisco la denomina “Nuestra Señora de la Prontitud”. Los pastores recibieron en su corazón el anuncio, y querían ver cuanto antes esta verdad revelada: “y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre”.
 
Es importante subrayar la actitud de los pastores ante la sorpresa de Dios: expresaron lo que habían recibido y aceptan el acontecimiento: “se volvieron dando gloria y alabanza a Dios por todo lo que habían oído y visto”. Es la actitud del pobre ante la revelación sorpresiva de Dios: "En la ciudad de David, hoy os ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor”; y la señal será “un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre”. Impresiona la Novedad y sorpresa que ha introducido Dios. Los pastores participaban de la esperanza de Israel, según afirmaba la profecía: “¿Quién podrá soportar el día de su venida? ¿Quién se mantendrá en pie en su presencia? Será como fuego de fundidor y como lejía de lavandera” (Mal 3, 2). Y se encuentran con un niño envuelto en pañales, signo de la debilidad total. Y aceptan esta novedad y sorpresa, por eso “se volvieron dando gloria y alabanza a Dios”.
 
Por otro lado, nos encontramos con la figura entrañable de María, en ella pone hoy su corazón la liturgia. Parece que en el entorno del portal había mucho jaleo: los pastores que iban y venían; igual “todos los que lo oían se admiraban de lo que les habían dicho los pastores”. Y nos encontramos con la figura de María. Como dice este texto del evangelio, “María, por su parte, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón”. ¡Qué detalle tan significativo y tan profundo sobre la actitud de María! Y no es algo anecdótico. Ya el evangelio de San Lucas nos dirá, con ocasión de lo ocurrido  cuando Jesús se perdió en Jerusalén: “Su madre guardaba todos estos recuerdos en su corazón” (2,31). Por ello, distintos autores piensan que Lucas pudo conocer y tener contacto directo con María, porque esta actitud tan profunda de contemplación no se puede conocer si la persona no te lo revela.
 
Y es la actitud de la mujer creyente, que se asombra ante la Novedad y la sorpresa de Dios. Ya manifestó esta actitud el día de la Anunciación: “¿Cómo será esto?”, pues lo que Dios le proponía no entraba en sus cálculos. Pero, ante la iniciativa novedosa de Dios, sólo responde: “Aquí está la esclava del Señor”. Por ello, ese silencio contemplativo  que se expresa, no es otra cosa que contemplar al que es Novedad, al que es Sorpresa. Y esa Novedad, esa Sorpresa, la está contemplando en aquel Niño, que es su propio hijo. Por ello, es necesario que la liturgia, en este día, ponga sus ojos y su corazón en aquella que es la Madre de Dios.
 
Ese Niño, nacido en Belén es le Bendición de Dios. El pueblo de Dios conocía y acogía la bendición de Dios recibida desde Moisés, y que hoy se nos trae en la Escritura: “El Señor te bendiga…  Esa bendición llega a plenitud con la llegada de este Niño, que se gestó en el vientre de María. Es bueno repetir sobre el pueblo esta bendición y relacionarla con el Niño que ha nacido.
 
La Palabra de Dios hoy, nos invita a cultivar la actitud de los pastores y la actitud de María: contemplar y alabar a Dios por lo que hemos visto y oído, y guardar en el corazón todo lo que hemos contemplado, porque en lo que guardamos, está la Novedad y Sorpresa de Dios, está el mismo Dios.