Estudio de Evangelio de Hch 15,1-2.22-29 y Ap 21,10-14.22-23 en clave sinodal. Jesús Andrés Vicente, diócesis de Burgos
El Espíritu Santo y nosotros. La ciudad santa que baja del cielo. ¿Qué es lo que construye la sinodalidad en la Iglesia?
22 mayo de 2002
El Espíritu Santo y nosotros
En la historia de la Iglesia se considera esta Asamblea de Jerusalén el primero de los concilios ecuménicos. Como el resto, surge de una crisis, de una problemática nueva suscitada por el Espíritu, que afecta al conjunto de la Iglesia y a la que ésta ha de hacer frente. En el caso que nos ocupa se trata de la cuestión de los judaizantes. O sea del encaje de judíos y gentiles en una unidad superior dentro de la Iglesia naciente. Una crisis de crecimiento. Otros varios concilios tendrán su origen en crisis doctrinales. O en cismas que amenazan a la unidad de la Iglesia. Hasta el más reciente concilio ecuménico, el Vaticano II, que pone al día a la Iglesia para situarla en la modernidad y discernir juntos los signos de los tiempos.
Frente a las diferentes crisis, la Iglesia sinodal no lo fía todo a la decisión de los dirigentes. En esta ocasión, ante la consulta traída de Antioquía por Pablo y Bernabé a raíz de un serio conflicto, se reúnen los apóstoles y presbíteros “con toda la Iglesia” para orar, debatir y decidir. Se decide “por unanimidad”, no por superioridad numérica sino por el “unus animus” (un solo corazón y una sola alma) que produce el Espíritu Santo. La Iglesia no está formada por una suma de sujetos individuales unidos por el principio jerárquico. “El Espíritu Santo y nosotros” es el sujeto eclesial supremo, al que Dios ha prometido su asistencia.
La ciudad santa que baja del cielo
El final del libro del Apocalipsis nos presenta los nuevos cielos y la nueva tierra. La Iglesia es su comienzo escatológico; la nueva Jerusalén formada por doce tribus que abarcan a toda la humanidad y construida sobre el cimiento de los doce apóstoles; la nueva ciudad que baja del cielo. En ella habitan los redimidos y Jesucristo – el Cordero inmolado – es su santuario, su luz y su lámpara. Todo lo demás es relativo.
- Hace tiempo se me quedó grabada una frase del dominico y cura obrero Jacques Loew: “Nos desamortizan las iglesias y los terrenos, nos cierran los colegios, nos controlan las finanzas… ¿Qué nos queda para dar a la gente? ¡Sólo nos queda Jesucristo!”. Es muy parecida a aquella otra del P. Chevrier: “La primera cosa que hacen los revolucionarios es despojarnos, hacernos pobres. De esta manera Dios quiere forzarnos a practicar la pobreza, ya que no queremos practicarla voluntariamente”… “Dios envía las revoluciones para castigar a los sacerdotes por su avaricia y su apego excesivo a los bienes de la tierra” (Verdadero Discípulo 316).
La Iglesia es sinodal por su origen divino. De ahí proviene su constitución: abierta y polifacética. Sus murallas no la cierran en sí misma sino que la sitúan en el tiempo y la hacen visible. La ciudad sobre el monte con sus puertas permanentemente sin cerrar. Es la Iglesia pentecostal enviada a las naciones con un mensaje de luz y de vida.
- La iglesia tiene que ser un signo para el mundo. No necesariamente de belleza estética, de orden y buenas costumbres. Sobre todo, un signo de acogida y protección para los damnificados de la historia. El hospital de campaña del que nos habla el Papa Francisco.
¿Qué es lo que construye la sinodalidad de la Iglesia?
Releyendo el texto del Apocalipsis, podemos responder:
- Su origen divino, que le asegura su permanencia en la historia. Ésta no depende de nuestros éxitos o fracasos como es el caso de las instituciones humanas. Podemos vivir la esperanza en el futuro, evitando los reproches mutuos
- Las puertas de la ciudad son las tradiciones antiguas, que acumulan experiencia y sabiduría y nos ayudan a discernir lo que hoy le pide el Señor a su Iglesia. Unas puertas que hay que abrir a todo lo que impulsa el Espíritu y que hay que cerrar a la mundanidad destructora.
- Los cimientos son los apóstoles mediante los cuales la Iglesia histórica empalma con el Jesús histórico. No es una sociedad secreta ni una secta esotérica.
- El Templo que está en el corazón de la ciudad es el Cuerpo de Cristo. No es un espacio físico para el culto y los ritos, como en el antiguo Israel. Esto nos evita enzarzarnos en cuestiones litúrgicas que traen división a las comunidades.
- Todo confluye en la gloria de Dios. En la iglesia no buscamos glorias humanas que engendran celos y envidias.
La sinodalidad aparece cuando fomentamos lo esencial del misterio de la Iglesia. Y desaparece con todo lo contrario.
¿Qué es lo que destruye la sinodalidad de la Iglesia?
- Actuar por nuestra cuenta al margen de los apóstoles y sus sucesores.
- Imponer cargas a los demás que no están en el Evangelio de Jesús.
- Hacer del cristianismo una propuesta ideológica y actuar en consecuencia.