Estudio de Evangelio. Jesús Sánchez Blázquez (Titín), diócesis de Ávila
“La Paciencia de Dios”
20 marzo 2022. Lc 13, 1-9
Seguimos avanzando en este tiempo cuaresmal que nos interroga con insistencia y nos invita a la conversión. Porque cuando más nos adentramos en su Presencia más fuertemente descubrimos nuestra necesidad de conversión.
Aunque la parábola de la higuera se refiere en primer lugar al pueblo de Israel, al actualizar esta parábola nos interpela a cada uno de nosotros, a nuestra iglesia, al mundo de hoy.
El mensaje que recibe Jesús en boca de esa gente de lo que había hecho Pilato con esos galileos, le lleva a entender que detrás de esas palabras hay una advertencia de que los suyos van a terminar de la misma manera. Que el Dios de Israel va a castigar sus formas erróneas de vivir su religiosidad como judíos. Les puede la idea de un dios castigador, justiciero y poco misericordioso con su pueblo.
Pero Jesús quiere darles a conocer el Dios verdadero, que se comporta con sus hijos de una manera muy diferente a sus pensamientos.
La misericordia de Dios es paciente y sin medida. Cuando el dueño del campo planta una higuera es para recoger su frutos, no le vale ni la sombra ni las hojas que puedan brotar. Pero esos frutos requieren su tiempo, precisan su agua que vivifique sus raíces, el abono que ayude a la maduración, la poda que posibilite el nacimiento de esa flor y el germinar de la semilla que dará el fruto deseado.
Ese viñador ama su tierra, quiere a sus viñas, no escatima su trabajo y no le importa gastar sus fuerzas y su tiempo para que esa vid pueda dar sus frutos.
Dios nos sigue sorprendiendo, siempre nos da una nueva oportunidad. Solamente cuando endurecemos el corazón y cerramos nuestra puerta para que no entre en nuestra vida, impedimos que su Amor actué en nosotros.
Pero Dios es paciente, espera a la puerta, y cuando le abramos entrará en nuestra casa y cenará con nosotros (Ap 3, 20). Un encuentro donde disfrutaremos de sus manjares y de los frutos que hemos cosechado en la viña que Él plantó para nosotros.
Ahora se trata de que pongamos nombre a cada imagen de la parábola: Regar nuestra cepa con el Agua Viva de la oración y la eucaristía. Abonar nuestro campo con el conocimiento de Jesús en su Evangelio y con la fuerza del Espíritu que nos llega en una vida entregada a los hermanos, viviendo el amor y la misericordia entre nosotros. En una poda dolorosa pero necesaria, arrancando de nosotros las actitudes negativas y dañinas para nuestra vida y la de los otros. Confiando y teniendo paciencia en los proyectos y caminos que vamos recorriendo en esta Iglesia de hoy y en esta sociedad tan llena de fragilidades y conflictos. Amando a los frutos débiles, diferentes o enfermos, reconociendo su valía, no por su aspecto o utilidad, sino porque son frutos de la misma cepa y por tanto hermanos nuestros e Hijos de Dios.
Asumamos nuestras debilidades, seamos solidarios con los que más sufren, denunciemos las injusticias que hacen sufrir a nuestros hermanos, recemos por la PAZ. Dios es enemigo de toda esclavitud, de todo conflicto, … Dios es PACIENTE pero tiene prisa para que dejen pronto de sufrir sus hijos a causa del pecado de la humanidad.