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II Domingo Adviento - C. 2021

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Estudio de Evangelio de Julio Brezmes Valdivieso, diócesis de Valladolid

La Palabra de Dios se convierte en la historia de los hombres en historia de salvación

 

5 diciembre 2021. Lc 3,1-6

Lucas, al presentar en el Jordán al Bautista y su misión, orientados a preparar la venida del Señor, inserta estos hechos en un contexto temporal dentro del devenir de la historia. Dios entra en una historia concreta, en un pueblo, parroquia, en ti mismo, se hace el encontradizo en este momento de la historia y se deja encontrar en la persona de Cristo en tu vida, tu parroquia tu pueblo.
 
     Desierto: lugar de encuentro
 
El desierto en la vida cristiana es silencio, soledad y el lugar donde el ser humano vive un cara a cara consigo mismo, se ve obligado a encontrarse con uno mismo, despojado de las apariencias y seguridades y preguntarse: qué sentido tiene su vida y cómo la vivo.
 
El desierto se convierte entonces en un lugar de encuentro con Dios: “la conduciré al desierto y le hablaré al corazón. (Os. 2,16). “cuando tú vayas a orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre que está allí, en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará”. Mt. 6, 6). Es ahí donde el Bautista recibe la Palabra.”  El Señor me ha dado lengua de discípulo para que haga saber al cansado una palabra consoladora. Mañana tras mañana despierta mi oído para escuchar como los discípulos; el Señor me ha abierto el oído y yo no me resistí, ni me eché atrás” (Is. 50,4-5)
 
El desierto es a su vez, lugar de la prueba. “lugar vasto y terrible, entre serpientes abrasadoras y escorpiones”(Dt. 8,15). Estas imágenes nos dan a entender la actualidad que hoy vivimos, preocupados por la eficacia y resultados concretos: reuniones, planes, organigramas, actividades hasta el agotamiento. Todo con buena voluntad, pero seducidos por “serpientes y alacranes” ¿qué recogemos?: sensación de fracaso, vacío, desaliento.
 
Dejemos que el Espíritu ore en nosotros y quitemos esas piedras que obstruyen que el manantial fluya. Escuchemos la Palabra de las Escrituras, que es historia de salvación. Escuchar es acoger con docilidad la Palabra y guardarla en el corazón para luego proclamarla. Solo así podremos “hablar al corazón de Jerusalén” (Is. 40,1)
 
     Jordán: lugar donde se proclama la Palabra.
 
Si el desierto es el lugar del encuentro con Dios, donde Juan recibe la Palabra, el Jordán es el lugar donde la proclama. Voz que clama en el desierto: “convertíos, allanad los caminos del Señor”. Miqueas, en el capítulo 6 nos dice que Dios pone pleito a su pueblo: “pueblo mío qué te hecho? ¿en qué te he molestado? Respóndeme”(v.3). Al contar Dios lo que ha hecho por su pueblo, éste reconoce su pecado y responde que le ofrecerá sacrificios. Dios rechaza la oferta. No quiere más culto ni más sacrificios. Lo que nos pide es: “lo que reclamo de ti, ya la sabes: practicar la justicia, amar la piedad y caminar humildemente con tu Dios”. Esta es la conversión que Dios nos pide. Caminar tras Él humildemente. Esto significa: confiar en Él, desinstalarnos, identificarnos con su programa y vivir con su estilo de vida: sencillez, entrega y misericordia. Así allanaremos los caminos del Señor para que los pobres y humildes, y nosotros, podamos encontrarnos con Él.