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Domingo XXVIII - B. 2021

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Estudio de Evangelio. Domingo Contreras Camarero, diócesis de Burgos

¿RICOS O POBRES?

 

10 Octubre. Mc 10, 17-30
¿Crees que es mejor tener que no tener? Respuesta fácil. Tenemos de todo, estamos bien situados, somos inteligentes y hasta famosos. Por el afán de poseer estamos atrapados por el bienestar material. Decimos: no me pidas, no molestes, si podemos comprarnos esto que es mejor que lo otro, ¿por qué no?, pero nos falta alegría y libertad.

Pues como el joven rico del Evangelio de hoy, vamos a ir corriendo a pedírsela a Jesús, aquel le pidió nada menos que la vida eterna. Muy bien, pero hay que ganársela, ¿cómo? Aquel joven era muy cumplidor de la ley, y Jesús le dijo que aun le faltaba una cosa: vende lo que tienes y dáselo a los pobres, es decir que fuera desprendido y generoso.

La respuesta era el camino recto y el más evangélico. Jesús lo que le propone es que pase de la observancia de las leyes al don de sí mismo y le pide (en imperativo): Vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y luego ven y sígueme. La propuesta está clara para poder ser su discípulo y alcanzar la verdadera alegría, que sería la verdadera riqueza, pero…se atascó, volvió a pensar en sí mismo, frunció el ceño y se marchó triste.

El buen discípulo (cristiano) es el que no se conforma en observar los preceptos, rezar y dar un poco de limosna, sino el que se encuentra y asemeja a ese Jesús, que siendo rico se hizo pobre para enriquecernos a nosotros.

¡Qué difícil! ¿Cómo entenderlo? ¿No hay otro camino? Difícil, sí, para los ricos ambiciosos y egoístas, pero no tanto si nos hacemos pobres siendo generosos como nos pide Jesús y poniéndonos en las manos de Dios, pues será imposible para los hombres, pero no para Dios. Así se entiende mejor, él se encargará de abrir nuestro corazón (si nos dejamos) para darnos a los demás y desprendernos de tantas cosas innecesarias.

Por eso, el mérito será de Dios, no nuestro, si fuera así, ¡qué cuenta tendríamos que dar cada vez que no hicimos el bien que debíamos! Y todavía el nos dará más de lo que nosotros hayamos podido dar, aunque sea con persecuciones. Dicho esto último para que cuando ocurra no nos sorprenda.

Por lo tanto si quieres ser rico, según el Evangelio, tienes que hacerte pobre, como Cristo se hizo por nosotros. Esta es la verdadera sabiduría y el camino de la alegría: saber dar el valor justo al dinero, ser desprendido y compartirlo.