Imprimir

V Domingo Pascua - B. 2021

Visto: 810

Estudio de Evangelio. Enrique Martín Puerta, diócesis de Granada

 

Jn 15,1-8

 

Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el labrador.
 
Jesús se presenta unido al Padre.
 
A todo sarmiento mío que no da fruto lo poda para que dé más fruto.
 
Sus discípulos somos los sarmientos de la vid. El Padre nos poda, nos retira lo que no está en buen estado para que demos fruto. La poda duele pero es necesaria.
 
Vosotros estáis limpios por las palabras que os he hablado; permaneced en mí y yo en vosotros.
 
Las palabras de Jesús nos han limpiado porque nos han abierto el entendimiento a la novedad del evangelio. Nos hacen  ver la bondad de Dios y el proyecto apasionante de su Reino.
 
Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante, porque sin mí no podéis hacer nada.
 
El objetivo del sarmiento es dar fruto y para ello tiene que estar unido a la vid. Nuestro objetivo como discípulos de Jesucristo es ser sus testigos y no podremos cumplirlo si no estamos unidos a él.
 
Al que no permanece en mí, lo tiran fuera, como al sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego y arden.
 
Separados de Jesucristo terminamos secos, sin sentido. Como la sal que no da sabor.
 
Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pediréis lo que deseéis y se realizará.
 
La unión con Jesucristo permite también recibir todo lo que se pide en la oración.
 
Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos.
 
El objetivo del discípulo es dar fruto abundante para glorificar a Dios.
 
A mi alrededor encuentro a mucha gente sencilla que está dando fruto en abundancia. Me sorprende el testimonio de amor y fidelidad que están dando continuamente, de forma callada. Su entrega a su familia, su preocupación por los enfermos su dedicación a las personas que están más necesitadas. Puedo ponerles nombres y rostros concretos. Tal vez ni siquiera son conscientes del testimonio que están dando, de la abundancia de su fruto que glorifica a Dios.
 
Estas personas están muy unidas a Jesucristo. Viven una vida intensa de oración, de forma muy sencilla pero muy seria; tal vez repitiendo oraciones aprendidas o rezando el rosario pero es una forma de estar con Cristo y unirse a él fuertemente, viven con pasión la Eucaristía porque encuentran en ella la fuerza para superarse cada día. Para mí son el testimonio vivo del sarmiento unido a la vid que da fruto en abundancia. Muchas veces me recuerdan palabras del evangelio que se les han quedado muy grabadas.
 
Tengo en mi mente a una mujer que ha cuidado de su hermana enferma, de su cuñado y de sus sobrinos sin llamar la atención, también pienso en un hombre que siempre está disponible para el que lo necesita, a una mujer que cuidó de su tía enferma durante muchos años y otros muchos casos que sería muy largo de enumerar.
 
Cuando estamos unidos a Jesucristo la savia de su amor circula por nosotros y nos lleva a producir fruto sin que estemos pensando en ello.
Pero también tenemos que saber aceptar la poda. Muchas situaciones dolorosas que nos pueden dejar confusos son una oportunidad para superar errores y purificar nuestra fe en el Señor. Al final todo contribuye a mejorar nuestro fruto.
 
Concédeme Señor permanecer siempre en ti para dar fruto y que el fruto sea abundante.