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Domingo 21º T.O. - A

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Estudio de Evangelio. Manu de las Fuentes Calzada

Jesús, en su deseo de establecer una relación profunda con cada persona, nos pregunta, personalmente, quién es él para cada uno de nosotros: “y vosotros, ¿quién decís que soy yo?”
 
23 agosto 2020. Mt 16,13-30
 
1. Es insuficiente sumarse al carro de las respuestas genéricas (“unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas”). Podríamos tener la tentación de engancharnos a la respuesta certera de Pedro (“Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”) o a aquellas otras que repetimos en nuestras comunicaciones comunitarias.
 
La luz, la buena noticia, la encuentro en la respuesta de Jesús: “¡dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo”. Pedro ha sabido escuchar lo que el Padre le ha revelado de Jesús. Esa fuente revelada de conocimiento de Jesús será el cimiento de su relación con Jesús y de la misión consiguiente.
 
Pedro, en aquel momento, aún no había podido desplegar todo el significado de lo que había escuchado verdaderamente del Padre. Necesitará pasar por la escuela de la transfiguración y la cruz para volver a escuchar la pregunta personal de Jesús: “Simón de Juan, ¿me amas más que éstos?” (Jn 21,15), que le abrirá a una nueva compresión de quién es Jesús para él.
 
Lo que el Padre le ha confiado y el Hijo le ha ayudado a acogerlo como regalo no es para él sino para ponerlo al servicio de la misión conjunta del Padre y el Hijo: “tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”, “apacienta mis corderos” (Jn 21,15). La misión nace y se renueva continuamente en el conocimiento de Jesús, que hará posibles otras comunicaciones y revelaciones posteriores, con consecuencias pastorales directas, como aquella en la que Pedro “vio el cielo abierto y un objeto como un mantel enorme, descolgado por las cuatro puntas hasta el suelo: contenía toda clase de cuadrúpedos, reptiles y aves. Y oyó una voz: ¡arriba, Pedro! Mata y come” (Hch 10,11-13).
 
2. Dios recrea en cada uno de nosotros la comunicación que tuvo con Pedro (enriquecida con otras comunicaciones como la de aquella noche de Navidad con Antonio Chevrier) dando origen a la vocación y misión que estamos viviendo. Pero, al igual que lo hizo con Pedro, sigue llevándonos al Tabor, confrontándonos con nuestras regresiones en el calvario y preguntándonos si le amamos. Quizás este largo tiempo largo de pandemia sea ocasión que Dios aproveche para darnos a conocer algo más de Él.
 
Cuando dudamos sobre sobre el origen de nuestros sucesivos conocimientos de Jesucristo, para confirmar su veracidad, debemos recordar lo que le dijo Jesús a Pedro: “dichoso tú”. La alegría que emana de lo que Dios nos va dando a conocer de sí mismo, de su Hijo, del Espíritu, es una alegría más penetrante y que, con el paso del tiempo, observamos que no tiene fecha de caducidad.
 
3. +Rememora lo que el Padre te ha comunicado de Jesús en los últimos años. Considera lo que ha influido en tu persona y en tu misión.
    + ¿Cómo podré ayudar a la comunidad a comprender y actualizar la Buena Noticia de esta Palabra?
 
Manu de las Fuentes. Diócesis de Bilbao