Imprimir

El santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo - A

Visto: 948

Estudio de Evangelio. Pako Etxebeste

En este día, solemnidad del Cuerpo y Sangre de Jesucristo, Moisés habla al  pueblo: -Recuerda el camino que el Señor, tu Dios, ha hecho contigo… ¡Cuántas veces escucharía Jesús en su mente y en su corazón esta palabra! ¡Cuántas veces tendríamos que escucharla también nosotros!
 
¿Somos conscientes de que es Dios mismo quien hace con nosotros camino,  a veces por prados verdes y floridos; otras por desiertos secos y complicados… a veces, sobrados… y, a veces, con hambre de pan?
Jesús,  ya resucitado, se une a nuestro caminar y nos habla al corazón… ¡Rumiemos, lenta y amorosamente, su palabra! (Jn 6,51-58)
           
  • Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo”. El pan que Jesús, ya resucitado, nos muestra y nos ofrece es, nada menos, que  su cuerpo entregado y su sangre derramada.
 
  • El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día”. Comer la carne y beber la sangre de Jesús, el crucificado-resucitado, es entrar en la dinámica de su propia identidad y de su propia misión: ¡vivir en obediencia al Padre… para que los hermanos tengan vida!   
 
  • “Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida”. Jesús se convierte en comida de humanización y en bebida de salvación, para quien participa de su palabra, de sus gestos, de su espíritu de amor.   
 
  • El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él”. Entrar en comunión con Jesús, vivir en él y para él… ¡es todo!... No se trata de una intimidad afectiva que nos confina, sino llamada a abrirnos a los demás.
 
  • Como el Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre, así, del mismo modo, el que me come vivirá por mí… vivirá para siempre”. Vivir en él es vivir en sintonía con el Padre. Vivir de una relación afectiva y efectiva con él, es vivir haciendo la voluntad del Padre.
 
Que, a través del Espíritu Santo, aprendamos a interiorizar esta palabra de Jesús, tan querida del Padre, al servicio de la vida y de la dignidad de la persona, con una mirada especial hacia el pobre y sufriente, ignorante y pecador, que también ¡soy yo!
 
Que el pan de comunión que recibimos en la Eucaristía nos ayude a avanzar por el Camino de la Vida que es Jesús, el hombre para los demás.
 
Pako Etxebeste. Diócesis de San Sebastián