Estudio de Evangelio. Pako Etxebeste
Pentecostés celebra el recuerdo y la presencia del Espíritu de Jesús en el mundo y en la Iglesia. Escuchamos y contemplamos tal presencia, a través de su Palabra, acogida con fe, esperanza y amor
Jn 20, 19-23
- “Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos”. Sabemos por experiencia el impacto defensivo o destructor del miedo humano en sus diferentes niveles: psicológico, social, existencial, espiritual… El miedo nos encierra en nosotros mismos y bloquea la capacidad de relacionarnos con los otros e, incluso, con Dios. Miedos significativos son: el miedo a la propia soledad o a no ser amados: miedo al conflicto, a la enfermedad, a la muerte; miedo al futuro, a los otros, a Dios… Nos podemos preguntar: ¿qué miedos atávicos está aflorando la presencia de la Covid-19 en los pueblos, y en las personas?
- “Y en esto entra Jesús, se pone en medio y dice: “Paz a vosotros”. Fruto del Espíritu de Jesús resucitado es la paz; esa paz que nada ni nadie puede quitar, aun en medio de las dificultades y conflictos de la vida de cada día.
- “Y diciendo esto, les enseña las manos y el costado”. El que ofrece la paz, no es un fantasma, una pura ilusión; es la presencia renovada y renovadora de alguien que ha sufrido en su propia carne las heridas del pecado, de la ley, y de la muerte.
- “Y los discípulos se llenan de alegría al ver al Señor. Jesús repite “Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo”. Jesús, el recordado, se hace presente. Lo suyo es transmitir paz, alegría y misión. Si él ha sido enviado a traer la Buena Noticia del Amor del Padre; ahora envía a sus discípulos a reactualizar su propia misión: humanizar y evangelizar, de una manera especial a los pobres y sufrientes; ignorantes y pecadores como nosotros.
- “Y dicho esto, sopla sobre ellos el Espíritu Santo”. Es el espíritu de Dios, que da vida: espíritu de verdad, libertad, justicia, amor, perdón, paz, comunión.
A partir de Pentecostés Jesús llama a sus discípulos a ser apóstoles, testigos de su vida y de su entrega a la causa humana, siempre en total obediencia amorosa al Padre.
A partir de Pentecostés, la Iglesia se convierte en una Iglesia discipular y apostólica. A la llamada de Jesús: “Ven y sígueme”. El discípulo responde: “Ven Señor Jesús”… “Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos, (y en nosotros), la llama de tu amor”.
Pako Etxebeste. Diócesis de San Sebastián