Estudio de Evangelio. Tirso Castrillo Amor
En este tiempo de Cuaresma somos convocados a acoger la llamada del Señor a sentarnos a su lado y a vivir un encuentro personal con Jesús en el que descubriremos cuánto le ama su Padre y cómo somos integrados también nosotros en esa misma experiencia de amor. Desde ahí podemos sentirnos transfigurados y con capacidad de transfigurar.
Mateo 17: 1-9
Seis días después, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los llevó aparte a un monte alto. A la vista de ellos su aspecto cambió completamente: su cara brillaba como el sol y su ropa se volvió blanca como la luz. En seguida vieron a Moisés y Elías hablando con Jesús. Pedro tomó la palabra y dijo a Jesús: "Señor, ¡qué bueno es que estemos aquí! Si quieres, levantaré aquí tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías". Estaba Pedro todavía hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y una voz que salía de la nube dijo: "Este es mi Hijo, el Amado; éste es mi Elegido, ¡escúchenlo!". Al oír la voz, los discípulos se echaron al suelo, llenos de miedo. Pero Jesús se acercó, los tocó y les dijo: "Levántense, no tengáis miedo". Ellos levantaron los ojos, pero ya no vieron a nadie más que a Jesús. Mientras bajaban del monte, Jesús les ordenó: "No habléis a nadie de esta visión hasta que el Hijo del Hombre haya resucitado de entre los muertos".
Algunos elementos a subrayar:
. Jesús era una persona muy humana y un gran pedagogo. Los discípulos estaban viviendo un momento complicado, porque Jesús comenzaba a tener problemas y ellos también en algunos momentos no tenían las cosas claras sobre El. Estaban en un momento de incertidumbre. ¿Qué hace Jesús? Les lleva a un lugar retirado, a la montaña, para compartir una experiencia de intimidad con El, a través del cual reconozcan un poco más quién era realmente. Me recuerda aquel otro momento que nos narra S. Juan,” cuando Andrés y Felipe le siguen y le preguntan ¿Dónde vives? Y Jesús les responde: Venid y veréis”. Fueron estas vivencias de encuentro personal con Jesús donde la fe de sus discípulos fue creciendo y tomando consistencia.
. Parece que aquel encuentro íntimo que inicialmente iba a ser con sus discípulos necesitaba la presencia de más personajes y enseguida aparecieron también en la montaña Moisés y Elías. Quería Jesús situar su persona y su misión en la experiencia vivida a lo largo de la historia de la salvación por el pueblo de Israel, al que pertenecían sus discípulos y El mismo. Jesús no era un personaje desconectado de la historia de su pueblo: venía a recoger y revitalizar las experiencias religiosas vividas por los creyentes de Israel a lo largo de su existencia como pueblo elegido. Quería ayudar a descubrir a aquellos discípulos, que iban a ser los continuadores de su obra, que en su persona llegaban a plenitud las promesas hechas por Dios a los antepasados: Él era el nuevo Moisés que traía una liberación más integral y el nuevo Elías que no sólo hablaba en nombre de Dios, sino que era la mismísima Palabra de Dios.
. Así lo confirma el nuevo personaje que aparece en escena: el Dios de los cielos que manifiesta una identidad desconocida para los seres humanos ya que se revela como Padre, al presentarnos a Jesús, como “su Hijo preferido”. En aquel encuentro con Jesús, en su intimidad, la presencia del Padre confirma y ratifica por una parte a los discípulos que no están ante un profeta más, sino ante el mismísimo Hijo único de Dios y Jesús queda confirmado en la misión que tenía encomendada. Estamos ante un momento crucial en aquel desvelamiento que Jesús fue desarrollando con sus discípulos poco a poco a lo largo de su misión de educación y acompañamiento: se descorrieron los velos y apareció la realidad de Jesús “a cara descubierta”. El Padre les lanza un reto: ¡Estáis ante la única Palabra que merece ser escuchada, es mi Palabra definitiva, es mi Palabra última: acogedlo sin ninguna duda!
. ¿Cuál es la reacción de aquellos discípulos ante una experiencia de encuentro con Dios tan extraordinaria? Por una parte no dan crédito a lo que les está pasando: están superados por la realidad que no comprenden del todo, están como en otro nivel de consciencia y de realidad y quieren permanecer allí para siempre. ¡Qué bien se está aquí: detengamos el tiempo y sigamos en esta nube de dicha y felicidad para siempre! No podía ser otra la reacción: era demasiado bonito como para querer soltarlo.
Pero ante tamaña experiencia apareció también su conciencia de seres humanos limitados y frágiles y comenzaron a temblar: la situación les desbordaba y se sentían superados por aquella presencia tan formidable de Dios en sus vidas. Necesitaban tiempo para rumiar todo lo que habían sentido e ir recolocando su vida de nuevo: para ellos aquella experiencia marcaría un antes y un después en el seguimiento de Jesús.
. Una vez concluida la visión había que abandonar la montaña y volver al valle, a los caminos rutinarios de cada día. Y curiosamente Jesús no les invita a “ir y contar lo que han visto y oído”, sino que les prohíbe “al menos hasta que vivías la experiencia de la resurrección” compartir con otros lo vivido. Entendía Jesús que aquella experiencia tan fuerte necesitaba que fuese calando lentamente en su interior, que fuesen asimilándola con calma, que necesitaba discernirse su sentido poco a poco. Otras vivencias les capacitarían para poder revelarla con más autenticidad y precisión.
Reflexión-Llamadas.
Resuena en nuestro interior la llamada que nos hace Dios cada día y en este momento actual a través del Papa Francisco a “renovar ahora mismo el encuentro personal con Jesucristo o, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar por El, de intentando cada día sin descanso” (E.G. nº 3). Todos tenemos la experiencia de que no es posible ningún proceso de evangelización con futuro, sino vivimos una relación cotidiana de encuentro con el Señor. Todo se desajusta y la orientación de nuestra vida corre serios riesgos que no bebemos a menudo en la fuente de donde “surge el agua viva”.
Me ha regalado el Señor y así lo estoy viviendo, la posibilidad de acompañar a una chica cercana a los cincuenta años que ha sentido la llamada del Señor a profundizar en su fe. A partir de la muerte de su madre hemos iniciado un proceso a través de la lectura de un libro y conversaciones programadas que nos está ayudando mucho a los dos. En un momento dado me cuenta lo que ha sido una experiencia de encuentro profundo con el Señor. Como a los discípulos le ha dado una gran paz y serenidad y en muchas ocasiones lo rememora como una vivencia crucial para ella. Pero, a medida que pasa el tiempo, siente también miedo. ¿de qué tienes miedo? Le pregunto. “tengo miedo a las consecuencias de todo lo que estoy viviendo, no sé dónde me puede llevar, si me exigirá cambios muy profundos en mi vida”.
El encuentro con el Señor siempre nos saca de nuestros esquemas, de nuestras casillas, de nuestros proyectos y nos lanza a un futuro por el que solo se puede navegar, si nos ponemos en sus manos, que no dejan de ser las mejores.
¡Jesús estoy tan agradecido por estar viviendo esta experiencia de acompañamiento profundo de tu discípula que intenta ahondar en su amistad contigo que desbordo de gozo…pero también, como ella, tengo miedo. Necesito tu ayuda para acompañar bien, para saber escuchar, para compartir juntos el discernimiento de los caminos que Tú le vas señalando. ¡Ayúdanos a seguir caminando en este itinerario que estamos haciendo contigo!
Tirso Castrillo Amor. Diócesis de Palencia