Estudio de Evangelio. José Luis Bolaños García
Seguimos esta semana escuchando las recomendaciones que hace Jesús a sus discípulos en el contexto del Sermón del Monte. Tratemos de actualizarlas mirando al mismo Jesús.
38 “Habéis oído que se dijo: “Ojo por ojo, diente por diente”. 39Pero yo os digo: no hagáis frente al que os agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra; 40al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también el manto; 41a quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos; 42a quien te pide, dale, y al que te pide prestado, no lo rehúyas. 43Habéis oído que se dijo: “‘Amarás a tu prójimo’ y aborrecerás a tu enemigo”. 44Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen, 45para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos.46Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? 47Y, si saludáis solo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? 48Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto” (Mt 5, 38-48).
1. Poner la otra mejilla
“Pero yo os digo: no hagáis frente al que os agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra” (v.39).
-Jesús con estas palabras expone la gran novedad de su doctrina: ¡Amar a los enemigos! Lo contrario a la ley del talión que pedía el “ojo por ojo y diente por diente”; “Habéis oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo”. Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen”; “Perdonad y seréis perdonados” (Lc 6,36-38); No siete veces, sino setenta veces siete” dice a Pedro (Mt 7,21-22).
-Jesús se ofrece como estímulo y mediación para los que quieran perdonar: “Padre perdónalos porque no saben lo que hacen” (Lc 23,34) dijo en la cruz.; “Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él” (Jn 3.26-17); “Y cuando os pongáis a orar, perdonad lo que tengáis contra otros, para que también vuestro Padre del cielo os perdone vuestras culpas” (Mc 11,25).
-Pablo: “Sobrellevaos mutuamente y perdonaos cuando alguno tenga quejas contra otro. El Señor os ha perdonado: haced vosotros lo mismo. Y por encima de todo esto, el amor, que es el vínculo de la unidad perfecta” (Col 3,13).
*Sabemos lo que cuesta tener que poner la otra mejilla en tantos asuntos que laten en nuestras relaciones sociales y pastorales, pero sabemos también que ese es el camino que favorece la reconciliación, la paz y la eficacia de nuestro testimonio cristiano:
¿Cómo mantenernos ágiles en superar nuestras diferencias en razón de un trabajo apostólico eficaz y gratificante en el seno de nuestros grupos y comunidades?
2. Un plus de generosidad mutuo
“Al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también el manto; a quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos; a quien te pide, dale, y al que te pide prestado, no lo rehúyas” (vv. 40-42).
-Jesús nos invita a pasar de la simple limosna a la ayuda espléndida y generosa. Eso, con el tiempo, repercutirá, también, positivamente en el donante: “Dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante, pues con la medida con que midiereis se os medirá a vosotros” (Lc 6,38); “El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños, solo porque es mi discípulo, en verdad os digo que no perderá su recompensa” (Mt 10,42).
-Jesús se ofrece como estímulo y mediación para los que quieran tener un corazón grande: “Venid a mí todos los que estáis cansado y agobiados, y yo os aliviaré” (Mt 11,26); “Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que le piden?” (Lc 11,13).
-Pablo: “Mirad: el que siembra tacañamente, tacañamente cosechará; el que siembra abundantemente, abundantemente cosechará. Cada uno dé como le dicte su corazón: no a disgusto ni a la fuerza, pues Dios ama al que da con alegría” (2Cor, 6-8).
* Estamos en crisis de generosidad. El individualismo nos tiene apresados en tantas dimensiones de nuestra vida. Necesitamos, en frase de Isaías, “que rompa nuestra luz, que brote la carne sana, que se abra camino la justicia, que aparezca la gloria del Señor” (Is58,8) como leíamos haca varios domingos día de la “Campaña de Manos Unidas contra el hambre en el mundo”:
¿Cómo pasar de la simple limosna a un estilo de vida austero en solidaridad con los pobres del mundo y el cuidado de nuestro Planeta? ¿Cómo poner en acción nuestra creatividad para favoreces estilos de vida que nos lleven a vivir con lo estrictamente necesario?
3. Sin pedir nada a cambio
“Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y, si saludáis solo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? (vv. 46-47).
-Jesús invita a amar y servir a los otros aunque sean enemigos; sin esperar nada a cambio; como hace el Padre: “Amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada; será grande vuestra recompensa y seréis hijos del Altísimo, porque él es bueno con los malvados y desagradecidos” (Lc 6,35); Jesús pide ese desprendimiento sea espacialmente para con los pobres: “Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; y serás bienaventurado, porque no pueden pagarte” (Lc 14,13-14); Jesús señala así la medida para ser verdaderos hijos del Padre que “hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos” (Mt 5,45).
-Jesús se ofrece como estímulo y mediación para los que quieran optar por la generosidad radical. Así responde: “El Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza” a aquel que estaba dispuesto a seguirlo donde quiera que fuera (Mt 8,20); y “Hoy ha llegado la salvación a esta casa porque también es hijo de Abraham” a Zaqueo que daba la mitad de los bienes a los pobres y cuádruplo a los que hubiera defraudado (Lc 19,1-13); o como la viuda que “dio todo lo que tenía para vivir” (Lc 21,1-4).
-Pablo: “Lo mismo que sobresalís en todo —en fe, en la palabra, en conocimiento, en empeño y en el amor que os hemos comunicado—, sobresalid también en generosidad … Pues conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, se hizo pobre por vosotros para enriqueceros con su pobreza“ (2Cor 8,7-9).
*Todos nuestros esfuerzos suelen estar encaminados a obtener resultados cuantificables y positivos. También en los trabajos pastorales. Pero eso puede ser la trampa en la que caemos con frecuencia: Tener como objetivo la eficaciay no contar con que el incremento de todo lo que hacemos lo da Dios. “Gratis lo habéis recibido, dadlo gratis también”:
¿Cómo hacer para que la pastoral de la gratuidad vaya más allá de no cobrar los estipendios -asignatura todavía muy pendiente- y atraviese todo el hacer de los ministros y los laicos en la Iglesia?
¿Cómo desterrar tantos intereses personales que obstaculizan la comunión?
4. Perfectos como el Padre
“Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto” (v.18).
-Jesús nos llama a la misma perfección que tiene el Padre. Ese es el deseo de del mismo Dios para su pueblo manifestado en la historia de la salvación: “Él te elevará en gloria, nombre y esplendor, por encima de todas las naciones que ha hecho, y serás el pueblo santo del Señor, tu Dios, como prometió” (Dt 26,19); “El Señor habló así a Moisés: “Di a la comunidad de los hijos de Israel: “Sed santos, porque yo, el Señor, vuestro Dios, soy santo” (Lv 19, 1-2).
-Jesús lo habla desde su propia experiencia: “Yo y mi Padre somos uno” (Jn 10,30); y pide para que sus discípulos lleguen a tener la misma experiencia: “Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos sean uno en nosotros” (Jn 17,21).
-Jesús se ofrece como estímulo y mediación para los que quieran ser perfectos: “Ello no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Santifícalos en la verdad: tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así yo los envío también al mundo. Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad” (Jn 17, 16-17).
+Pablo: “¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él; porque el templo de Dios es santo: y ese templo sois vosotros” (1Cor 3,16-17).
*El capítulo 5 del Evangelio según Mateo termina en la misma sintonía como comienza. Al principio se nos expone “Las bienaventuranzas” que tienen como finalidad el gozo en el Reino de Dios. Y concluye con la llamada a la santidad para parecernos al Padre que es quien derrama en nosotros su Espíritu. Es él quien hace producir en nosotros los frutos de las bienaventuranzas:
“Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bendiciones espirituales en los cielos. Él nos eligió en Cristo antes de la fundación del mundo para que fuésemos santos e intachables ante él por el amor. Él nos ha destinado por medio de Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad, a ser sus hijos, para alabanza de la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha concedido en el Amado” (Ef 1, 3-6).
José Luis Bolaños. Diócesis de Canarias