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Segundo domingo después de Navidad

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Estudio de Evangelio. José Lozano Sánchez

La Palabra de Dios es su mismo Hijo. En esa Palabra deposita Dios todo lo que es y todo lo que tiene. No hay separación entre Dios y su Palabra. Por eso en su Palabra está toda la vida de Dios. Hay unidad de vida entre él su Palabra. La forma de ser de Dios nos llama a unir nuestra palabra, nuestro pensamiento, nuestra fe y nuestra vida. Unidad de vida, de ministerio y de compromiso con nuestro pueblo…

 

5 enero 2020. Jn 1,1-18: La Palabra se hizo carne, y acampó entre nosotros.

En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios. Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho. En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió. Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz. La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. Al mundo vino, y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Éstos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios. Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él y grita diciendo: «Éste es de quien dije:"El que viene detrás de mí pasa delante de mí, porque existía antes que yo."» Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia. Porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.

 

Hemos comenzado el año. Continuamos tratando de llenar nuestra vida con Jesús, que ha nacido para nuestra felicidad y salvación. Vamos a pensar en el evangelio que hemos leído hoy.

Este evangelio es como el resumen de todo el evangelio de Juan. Le da al Hijo de Dios el nombre de Palabra, él es la Palabra de Dios en persona. Jesús es la Palabra que Dios dice a la humanidad. Y dice que existe desde toda la eternidad y que esa Palabra es Dios. Por esa Palabra, Dios ha hecho todas las cosas. Esa Palabra, el Hijo de Dios, es la fuente de la vida y de la luz para toda la humanidad. Pero hay personas que no reciben esa luz, se cierran a la Luz de Dios. En muchas ocasiones, nosotros nos cerramos a la Luz de Dios, huimos de la realidad y de la verdad.

 

Juan Bautista vino al mundo para ayudar al pueblo de Israel a que se abriera y recibiera la Luz. Algunos pensaban que él era la Luz, pero era sólo testigo de la Luz. Muchas personas pueden tener muchas cosas buenas, nos pueden ayudar a encontrarnos con la Luz, pero no son la Luz. Solo la Palabra, el Hijo de Dios es la Luz. Esa luz, ya no está en el cielo. Ha venido al mundo, es el que hizo el mundo y lo mantiene, pero la mayoría de la humanidad, no le conoce. A veces prefiere conocer otras cosas, que no son la Luz y que no pueden dar la vida verdadera. A veces, ni los que vamos a la Iglesia conocemos a Hijo de Dios, que es la Luz verdadera. Siempre nos tenemos que preguntar ¿conozco yo al Señor? ¿Me dejo iluminar por su Luz y su Palabra? Y no quedarnos sólo en nuestras devociones.

 

Las personas que conocen a Jesús, que le escuchan y que viven unidos a él, se convierten en hijos de Dios, viven con su misma vida, se llenan de felicidad y de amor y son fuentes de amor y de felicidad para todos. Esta vida que nos da Jesús no es tener mucha salud, ni mucho bienestar, ni mucho pasarlo bien, ni tener mucha fama, ni mucho poder, ni todo los bienes y el dinero del mundo… Esa vida que nos da Jesús, el Hijo de Dios, es la misma vida de Dios, el amor más grande, más limpio, más sabio y más gratuito. Es la plenitud de la vida que no procede de nosotros, sino de Dios.

 

Tengamos claro que La Palabra, el Hijo de Dios, se ha hecho uno de nosotros, camina con nosotros, comparte nuestra vida, podemos contemplarle, experimentar su compañía y su amor, vivir la misma vida que él, ser como él, si creemos en él, si nos abrimos a su presencia, si le escuchamos y le seguimos. Este es el testimonio que dio Juan el Bautista, y el que han dado, y siguen dando, todos los hombres y mujeres, creyentes y no creyentes, que se han encontrado con él. La historia y los principales hombres y mujeres de la historia han experimentado su vida y nos dan testimonio de él. Todo lo hemos recibido de él. Todo lo seguimos recibiendo de él. Dios nos lo ha entregado todo en la persona de Jesús, y él ha hecho posible que recibamos todos los dones de Dios, cuando vivimos una solidaridad sin límites y comunicación profunda y universal con todos las personas que nos rodean y con toda la humanidad.

 

No nos cerremos a él. Que sea él quien llene nuestra vida. Que empleemos toda nuestra vida en conocerle y amarle y en darlo a conocer a los demás, no sólo con nuestras palabras, sino sobre todo con nuestra vida. ¿Es Jesús para mí lo más importante de mi vida? ¿Centro en él toda mi vida y mi atención? ¿Vivo la vida desde él, situándome ante todo desde él, con sus actitudes y sentimientos? ¿Amo e intento amar como él?