Amor de madre más allá del odio
Cuando estaba en Lión (Francia) participando en una jornada internacional de formación de sacerdotes de El Prado, recibí una llamada de Susana.
¿Sabes algo de Juan Francisco?.
Llevaba unos días que no se tenía noticias de él. No había ido a trabajar, no había vuelto a casa, no había llamado, no había Cuando hablé con su madre Antonia percibí la angustia y el dolor latente de una mujer que llevaba mucho tiempo sufriendo la cruz del amor. Sus lagrimas traspasaban el muro de la distancia. Mi teléfono móvil temblaba ante tanta avalancha de sentimientos desatados. Realmente me sentía impotente porque no podía estrecharla entre mis brazos, como tantas veces hacía con las víctimas heridas en los márgenes del camino.
Cuando se ama lo lejos se hace cercano, lo profundo se vuelve transparente, lo olvidado se transforma en memoria, lo insignificante se convierte en corazón engrandecido, lo marginado se acentúa con letras de oro Antonia, sin ser consciente, estaba experimentando la misma situación de María de Nazaret que, junto a su hijo crucificado, lloraba ante tanta injusticia cometida. La escena del Evangelio no respondía a tantas preguntas Sólo preguntaba con el silencio ante tanto amor. (cf Juan 19, 25-26)
Juan Francisco había tenido un accidente con la moto. La policía le había trasladado al Hospital del Vall dHebron, donde llevaba diez días en estado muy grave. Diez días interminables, diez días de búsqueda infructuosa, diez días de pensamientos desbocados Diez días que ocultaban la respuesta a una pregunta desesperada de una madre de Bellavista:
¿Dónde está mi hijo?
Por diferentes motivos, provocados por la miseria y limitación humana, las diversas instituciones no les había comunicado a la familia que aquel hombre estaba en la UVI del hospital desde hacía unos días. Me salen del corazón los rostros de tantas personas olvidadas en la habitación de un hospital, en la esquina de una calle oscura, en el banco de un parque municipal, en Parece que nadie les echa a faltar. ¿Por descuido? ¿por falta de fraternidad? ¿por falta de consciencia? ¿por falta de humanidad? ¿por falta de memoria comunitaria?
Así, el grito de Antonia es un grito que engloba el clamor de los que no tienen ni les dejan tener voz en nuestra sociedad. Juan Francisco, Paco, Jordi, Xavi, Montse, Tere, Toni, Chari, Raquel.. son seres humanos que son amados por Dios Padre con su grandeza delicada. No se les puede ignorar por muchos defectos y problemas que tengan. No se les puede considerar deshechos humanos porque no produzcan para nuestro mundo del tener para ser. No se les puede negar su dimensión humana i filial del Dios de todos.
Es un acto de justicia defender a los débiles apelando a su dignidad. Y cuando no hay justicia desde las bienaventuranzas del Reino de Dios, o al menos, desde los derechos humanos, estamos llamados por el Siervo Sufriente Jesucristo a ponernos en movimiento hacia la liberación y la humanización de la persona. Haciendo el difícil trayecto espíritusocial desde la cabeza de las ideas y de los razonamientos que vamos realizando a partir de hechos de vida, dejándonos tocar el corazón por la llamada profunda del Cristo compasivo hasta llegar a realizar ese gesto, acción, decisión a nivel personal y comunitario que humanice y dignifique desde la Buena Noticia.
¿Cómo nos situamos y respondemos, como comunidad cristiana de Bellavista, ante este amor de madre que sufre la cruz de su hijo? ¿Cómo perdonamos a los equivocados sin dejar de pedir justicia profética por las víctimas y los maltratados? Ante tanto amor de madre ¿qué sentido tiene quedarse en el odio?
Pepe Baena Iniesta,
rector de la iglesia de Sant Francesc dAssís de Bellavista
Les Franqueses del Vallès, 21 de julio de 2011