Domingo de Ramos

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Propuesta de José María Tortosa Alarcón

PALABRAS DE ALIENTO, PALABRAS QUE MOTIVAN

Este domingo de Ramos nos sitúa en el periodo de la Semana Santa y nos invita a seguir escuchando al Señor en cualquier situación, porque nos trae palabras de aliento, palabras que motivan nuestro seguir a Jesús personal y comunitariamente. Acabamos nuestro camino cuaresmal y ya nos introducimos en el tiempo de la “meta”, en la Semana Santa, pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo, que, para muchos es algo declarado de “interés turístico”, ¡qué barbaridad!; para otros, no deja de ser una semana más, vacaciones; pero, para unos pocos, un “resto”, es un tiempo fuerte de resituar la vida y centrarse en aquél que mantiene viva la esperanza en que otro mundo es posible, otra forma de vivir y relacionarse es posible, otra Iglesia es posible que sabe decir “al abatido una palabra de aliento” (Is 50,4-7).

“La decisión de Jesús de subir a la ciudad, santa da inicio a la sección central del Evangelio de Lucas –el viaje desde Galilea hasta Jerusalén-”. Jesús, que no ha dejado ni un momento de presentarse misericordioso con los pecadores y marginados, hará brillar esta actitud misericordiosa desde la misma cruz al decir: “Padre, perdónalos, que no saben lo que se hacen” (Lc 23,34); Él viene a buscar y salvar lo que se había perdido.

Y todo esto nos trae desconcierto porque nos habla de un Jesús, Mesías, que realiza “gestos proféticos: acciones que hablan con claridad y hondura, acciones que interrogan a las personas, acciones que nos desinstalan, acciones que nos sorprenden y agarran”, en definitiva, acciones que nos hacen tomar partido y decidir, para salir de una fe que tenemos demasiado ritualizada, sabida, quizás un tanto cómoda, y lejos del profetismo al que nos enfrenta la Palabra de Dios.

Jesús, entra en Jerusalén con la conciencia clara de que su mesianismo de humildad y paz, desconcertará a muchos y provocará división de opiniones, porque no cubren sus expectativas. Hay quienes piensan que esta entrada no fue una procesión religiosa ordenada, con palmas que se agitan pacíficamente al ritmo de cánticos religiosos, sino que, más bien aquello, fue un verdadero tumulto porque se mezclaban profundos sentimientos de la fe del pueblo en Dios liberador y su Mesías, con los sentimientos nacionalistas y políticos de los más diversos signos. “Aparejaron el burro con sus mantos y ayudaron a Jesús a montarse” (Lc 23,1-49). Nada de caballos briosos en los que montan los reyes y militares. “Los discípulos en masa, entusiasmados, se pusieron a alabar a Dios a gritos, por todos los milagros que habían visto” (Lc 19,39), quieren que todo el mundo piense como ellos y actúe como ellos, pero ¡qué equivocados estáis!. Este Mesías viene con otro talante, con la paz que es la que construye la nueva sociedad, y no el poder y la fuerza. Viene obediente a la voluntad del Padre, “actuando como un hombre cualquiera”, se humilla hasta la muerte de cruz, pero el Padre “lo levantó”, le constituye Señor de todos los poderes y “le concedió el Nombre-sobe-todo-nombre”. Con todas estas acciones y actitudes, “Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre” (Flp 2,6-11), y este es el estilo de Mesías que Dios quiere y que nos resulta paradójico, porque no podemos entender cómo Jesús, después de una vida dedicada a los pobres y al anuncio de la Buena Noticia, se le condene a muerte y conducido a la cruz. Nos resistimos a vivir la fe desde aquí, por lo que gran parte de nuestra semana santa, especialmente la que se vive en la calle, está muy lejos de la pobreza, la austeridad y sencillez que Jesús vivió a lo largo de su vida; más bien, abunda lo contrario y no encontramos la manera de cambiarlo y resituarlo en su verdadero sentido y estilo al que nos compromete el Evangelio y la experiencia de Jesucristo.

 

José Mª Tortosa Alarcón. Presbítero en la Diócesis de Guadix-Baza

 


PREGUNTAS

  1. ¿Qué actitudes concretas implica en nosotros seguir a un Mesías pacífico y crucificado?
  2. ¿A qué gestos proféticos a nivel eclesial, comunitario y personal nos anima Jesús?