TÚ CUIDAS DE MÍ
Con el título de una canción del grupo Brotes de Olivo de Huelva “Tú cuidas de mí”, puedo afirmar que así de sencilla y directa se presenta la Palabra de Dios en este cuarto domingo de Pascua que ahora vivimos y podemos celebrar.
El Dios que se nos ha manifestado en Jesús, muerto y resucitado, cuida de cada uno de nosotros. Sentimos la experiencia de que nos mima y nos tiene de su mano, cogidos por delante y por detrás, siempre pendiente de aquello que nos hace falta antes de que se lo pidamos (Mt 6,8). Nos protege y va a nuestro lado haciendo camino y compartiendo destino. “Como un Padre siente ternura por sus hijos, así Dios siente ternura por sus fieles” (Sal 103,13). “Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! (1Jn 3,1-2). No permite que nadie se pierda y va al encuentro sin descansar hasta que ha rescatado al que andaba perdido sosteniendo y defendiendo su vida incluso en los momentos de adversidad, “porque le hemos hecho un favor a un enfermo nos interrogáis…” (Hch 4,8-12). También, y sin miedo, se acerca a aquellos que no son de su misma opinión, para entablar un diálogo con ellos. Y todo ello, porque le domina la experiencia del amor que Él primero ha tenido de su Padre Dios y que ahora nos ofrece a cada uno de nosotros para que también la experimentemos y la vivamos dando y recibiendo amor, sintiéndonos queridos y protegidos, mimados, cuidados.
Siempre me ha llamado la atención este estilo de ejercer el liderazgo que manifiesta Jesús. Siempre me ha interrogado y me ha cuestionado en mi hacer diario. Es la imagen bíblica del buen pastor que quizás en nuestra cultura moderna no se entienda demasiado o se malinterprete su sentido identificándonos a los seguidores como corderos o borregos amaestrados que no tienen voluntad propia. Pero nada más lejos de esa interpretación, pues si algo hay en la experiencia del seguimiento de Jesús es la libertad y la experiencia personal de sentirse uno arropado y querido por Aquél que nos amó hasta el extremo y, que Él mismo vivió la experiencia de la libertad, “por eso me ama el Padre porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente” (Jn 10,11-18). Una entrega libre que ha estado marcada, en muchas ocasiones, por la tensión y el conflicto con los dirigentes judíos y religiosos de su época, porque ejercían la autoridad excluyendo a la gente más que acogiendo y perdonando.
Quizás nuestra manera de vivir la fe, la manera de ejercer la autoridad en la Iglesia, sea uno párroco, catequista, obispo, religioso, etc. tenga que ser corregida y confrontada directamente con la manera de ejercer la autoridad el “buen pastor”, Jesús, que hoy nos presenta la Palabra de Dios: Jesús conoce a los suyos, los defiende de los peligros, da la vida por todos, reúne en la unidad a los que están dispersos, no recluye a los suyos, sino que más bien acompaña para que cada uno pueda dar lo mejor de sí.
Veo aquí todo un programa pastoral que nos puede hacer revitalizar nuestras comunidades y poner los acentos en lo verdaderamente importante, en aquello por lo que merece la pena vivir y desvivirse buscando siempre lo que une más que lo que divide, integrando las aportaciones de todos los que nos sentimos iglesia.
A lo mejor, la crisis de vocaciones a todos los niveles que hoy vivimos, tenga algo que ver con este estilo de vivir la propia vida, pues ello exige un tipo de opciones y acciones a las que quizás no estemos dispuestos ni preparados porque supongan mucho para nosotros. Perseguir el bienestar y la felicidad de las personas mediante un conocimiento personal que es amor, donación de vida, viviendo como hermanos por encima de cualquier ideología es exigente y nos compromete.
José Mª Tortosa Alarcón. Presbítero en la Diócesis de Guadix-Baza
PREGUNTAS:
¿Qué sentimientos y actitudes provoca en ti el sentirte conocido y amado por el Señor? ¿A qué te compromete?
¿Qué actitudes te gustaría encontrar en los que ejercen la misión de “pastores” dentro de la Iglesia?
¿Qué personas o colectivos podemos destacar hoy “como ovejas sin pastor”? ¿Qué hacer por ellas?